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Fundación Heritage

El plan de Obama: presión fiscal a la europea

La presión fiscal del senador Obama sería la más alta desde los días de Jimmy Carter. El uso de refugios fiscales y estrategias para evitar impuestos eran algo común entonces.

Rea S. Hederman, Jr. y Patrick Tyrrell

El aspirante presidencial Barack Obama ha desvelado su plan económico de subirle los impuestos a la gente de éxito. Su plan subiría el tipo marginal máximo por encima del 55% –antes de incluir los impuestos estatales y locales–, lo que provocaría que muchas personas vieran cómo se les duplica su tipo marginal. Las consecuencias de esta política representarían un regreso a aquellos viejos y malos tiempos marcados por la evasión fiscal, con contribuyentes disfrazando sus ingresos personales como beneficios empresariales o ganancias sobre el capital y también el capital de Estados Unidos migrará al exterior.

Entre los elementos más destacados de su propuesta fiscal, el senador Obama acabaría con las reducciones de impuestos de Bush y permitiría que las dos imposiciones fiscales más altas volvieran al 36% y 39.6 %. También permitiría la eliminación progresiva de exenciones y deducciones personales para quienes tengan unos ingresos por encima de los 250.000 dólares. No obstante, la verdadera trampa está en que el senador Obama acabaría con el límite superior del impuesto sobre las nóminas para quienes ganan más de 250.000 dólares, que está fijado hoy en día en 102.000 dólares. Estas personas tendrían que hacer frente a una imposición fiscal del 15.65% en su nómina más un tipo marginal máximo de un 39.6% sobre su renta total, llegando a una combinación del más del 56 por ciento por cada dólar adicional percibido.

Las personas con altas nóminas se verán forzadas a pagar aún más si viven en ciudades con alta presión fiscal como Nueva York, California o Maryland. Estas desafortunadas personas tendrán que pagar al Gobierno más de dos terceras partes de cada dólar que ganen.

El plan fiscal del senador Obama convertíria a Estados Unidos en uno de los países con la presión fiscal más alta entre países desarrollados. En la actualidad, sólo 6 de las 30 naciones más industrializadas tienen una presión fiscal en todos los niveles de gobierno combinados de más del 55%. Bajo este plan fiscal, Estados Unidos se uniría a ese grupo y tendría un tipo marginal máximo más alto que países con altos impuestos como Suecia y Dinamarca. El tipo marginal máximo excedería el 60% al incluir los impuestos estatales y locales; esto significaría que sólo Hungría excedería el nuevo tipo marginal máximo que propone el senador Obama.

Los costes en términos económicos de semejantes impuestos altísimos son reales. Por ejemplo, los 6 países con una mayor presión fiscal del 55%, padecen una tasa media de desempleo del 7.35%. Esta cifra incluye a Dinamarca, que parece tener una tasa de desempleo muy baja en el 3.9%. Sin embargo, Dinamarca gasta más del 5% de su PIB en programas y ayudas al desempleo; por eso su tasa de desempleo es mayor.

Históricamente, la presión fiscal del senador Obama sería la más alta desde los días de Jimmy Carter. El uso de refugios fiscales y estrategias para evitar impuestos eran algo común cuando el tipo márginal máximo era del 70% o aún mayor. Este aumento de impuestos estimularía nuevamente esos trucos, reduciendo la inversión y el desarrollo económico mientras los recursos se malgastan en el intento de evitar impuestos punitivos.

Muchas personas intentarán transferir sus ingresos en forma de sueldo a ganancias sobre el capital, ya que estas sólo pagan el 25%, es decir, menos de la mitad del impuesto máximo sobre los salarios. Esto generaría una gran presión sobre las empresas para hacer lo que fuera necesario con tal que las acciones de la empresa aumentaran su valor rápidamente. Otros tratarían de constituir sociedades para pagar impuestos corporativos en lugar de impuestos sobre sus ingresos. Una vez más veríamos los recursos desviándose lejos de las aplicaciones más productivas, ralentizando así la economía.

Una alta presión fiscal también alienta la fuga de capitales y de rentas hacia zonas con menor presión fiscal. Hay grandes evidencias al respecto en Estados Unidos, donde personas y empresas se van a estados como Florida o Delaware para aprovechar sus leyes favorables en materia de impuestos. Una imposición fiscal federal más alta animaría a las personas a llevarse sus activos al extranjero para aprovechar una menor presión fiscal en países como Canadá, Francia o Gran Bretaña.

Esta elevada presión fiscal también podría tener un impacto de largo alcance en el mercado laboral. Muchos trabajadores podrían decidir una reducción de sus horas de trabajo o directamente jubilarse ante impuestos tan altos. Por lo general, los economistas debaten mucho sobre qué efecto tendrían algunos cambios de poca importancia en el código tributario en los incentivos para trabajar. Sin embargo, el plan de Obama supondría un aumento tan grande de los impuestos que los economistas estarán más centrados en el daño a la economía en general que en los efectos aislados sobre el trabajo y el capital.

Pero quizás sea una preocupación aún mayor que el daño a la economía el viejo problema presupuestario de Estados Unidos. Mientras el senador Obama aumenta mucho los impuestos de las personas que están en los tramos más altos de renta, el plan en general aumentaría el déficit nacional. Consecuentemente, el país estará incluso menos preparado para cumplir con sus actuales y futuras obligaciones con la Seguridad Social y el seguro médico para los mayores de 65 años (Medicare). Cuando se necesite dinero para pagar esos programas, será difícil gravar aún más a los ricos, dado que el tipo marginal máximo sería ya demasiado alto. En su lugar, para poder pagar los déficits del gobierno en gastos y subvenciones, tendrán que subirle fuertemente los impuestos a la clase media. Después de todo, incluso los contribuyentes exitosos no son una fuente infinita de ingresos.

©2008 The Heritage Foundation

* Traducido por Miryam Lindberg

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