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Juan Morote

Leña al mono que es liberal

Los liberales defendemos una menor presencia del Estado, una menor injerencia en la vida de los ciudadanos y una mayor disponibilidad de la renta generada; en definitiva, mayor libertad.

En un ensayo sobre la actualización del pensamiento liberal, recientemente traducido al español, dice Pascal Salin que el debate sobre el liberalismo se sustenta en un inmenso malentendido: se le atribuyen características que le son completamente ajenas y se le imputan preocupaciones principales que solamente son meras consecuencias de lo verdaderamente importante.

Tras la crisis financiera, que en realidad ha sido una crisis de los controles y los controladores de un mercado absolutamente oligopólico e intervenido, se acusó al "liberalismo extremo" de todos los males. Ahora sólo falta que don José Blanco, ilustre analista, vuelva a convertir el adjetivo calificativo en epíteto –y nos hable de "extremo liberalismo"– para jugar como ya hizo con el PP cuando todavía era, o parecía ser, algo de derechas. Fue él, don José Blanco, quien acuñó el término de "derecha extrema", para referirse a aquel sector del PP que aún era capaz de hilvanar un cierto discurso ideológicamente coherente.

Una vez que el PP ha perdido completamente el norte ideológico, ya no se sabe qué podemos esperar de este partido. Si alguien lo intuye, le ruego que me saque de mi ignorancia, porque no sé qué es el "centrorreformismo" ni la "economía social de mercado", más allá de una denominación que se aplica a un conjunto de medidas adoptadas en la Alemania del período de posguerra. Lo bien cierto es que Rajoy y sus adláteres, siempre más próximos a Vellido Dolfos que a Álvar Fáñez, dijeron a los liberales que se buscasen acomodo en otro sitio, como si el partido fuese una especie de coto y ellos los ojeadores.

Se acusa a los liberales de estar siempre del lado de la empresa: pero ésta es en sí misma una abstracción y lo que nos preocupa a los liberales son los individuos; siendo dicha abstracción una forma más de manifestación de libertad, de establecer relaciones entre sujetos libres. Nos preocupan los individuos y sus fines espirituales, afectivos, estéticos y también materiales.

Mientras el liberalismo es individualista, los progres de todos los partidos son constructivistas, es decir, pretenden construir la sociedad al margen de los individuos que la integran. Y, a pesar de esto, en los medios de comunicación occidentales, se ha instaurado la consigna de presentar el pensamiento liberal como el sustento intelectual de un conjunto de extremistas políticos, próximos a una extrema derecha autoritaria. La realidad es la contraria, los liberales defendemos una menor presencia del Estado, una menor injerencia en la vida de los ciudadanos y una mayor disponibilidad de la renta generada; en definitiva, mayor libertad. El fundamento del liberalismo es el fundamento de la civilización occidental, que es el respeto integral por la persona.

Decía Revel que el muro había caído físicamente, pero no en los corazones de millones de europeos. Y cada día que pasa más razón tiene. Podrán seguir dando estopa al liberalismo, partiendo de la ignorancia más supina, los socialistas de todos los partidos, pero cuando todo esto pase, que sin duda pasará, volveremos a recuperar la senda de la libertad y prosperidad que caracterizó casi todo el siglo XIX, donde los ideales fundamentales de las modernas democracias estuvieron a punto de plasmarse en la realidad.

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