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Expaña, capital París

El socialismo español del siglo XXI cierra el ciclo y se une con el del XX: la corrupción ha vuelto. Tanta mezcla de lo público y lo privado, tanta utilización del Estado en beneficio propio es intolerable.

Las zarpas del poder público en la economía son el síntoma seguro de que algo va a acabar mal. Las huellas del Gobierno zetapeico en esta materia son señal inequívoca de que hasta el laicismo obligatorio está a punto de entender el Apocalipsis. La operación de birlibirloque con la que la propaganda monclovita ha transformado en mal menor la venta de los intereses públicos españoles a Francia, en lugar de a Rusia, es todo un homenaje al esperpento y a la estafa.
 
Es hora de exigir responsabilidades políticas al presidente del Gobierno de España por este asunto oscuro. Interviene primero para poner Repsol en manos españolas "seguras" al fomentar la entrada de una empresa inmobiliaria, lo que ya es malo. Sigue interviniendo después para que no se quede sin el crédito necesario para culminar la compra, dentro de las prácticas habituales del socialismo español contemporáneo. Acude ZP entonces a la hipersupercumbre de Washington que iba a refundar el capitalismo y que, por ventura, se ha quedado en algo menos, aunque ya tiene bastante mala pinta; y lo hace después de ir mendigando por medio mundo una esquina de asiento al lado del Bush al que tanto odia y desprecia, pero cuya foto es la única que le importa. De hecho, la valora tanto que para lograrla promete a Sarkozy "todo lo que le pida" a cambio de la, desde entonces, bautizada sarkosilla.

Durante días, Zapatero ha estado mintiendo y engañando a la nación a propósito de Lukoil, cuando resulta que tenía ya el conejo en la chistera. Ha mentido y manipulado a la izquierda, a la derecha, a unos y a otros. Toda España sumida en la polémica y resulta que el señor "como sea" ya lo tenía apañado. Cual rendición en Bayona ante el dueño temporal de Europa, ZP le entrega ahora la venta de Repsol en bandeja, haciendo aparecer a Total como el "caballo blanco" que impide su salida de la Unión Europa, cuando resulta que, en realidad, es el pago que tanto nos temíamos tras la hipersupercumbre de Washington.

Era conocido el sectarismo de este socialismo del siglo XXI, su aversión a los fundamentos de la democracia y del Estado de derecho, frente a los que prefiere la propaganda y la negociación con el terrorismo; era conocido su desapego a España y su entrega en almoneda a los caciques regionales que más votos recauden. Pero la compra de un interés privado –esa ansiada foto con Bush que podremos enseñar a los nietos– a costa de los intereses públicos y la operación de manipulación y mentira dirigida contra la nación española es algo que roza el término de traición.

Dicen de Pepe Botella que era una persona refinada y de trato agradable, y los españoles lo echaron porque representaba a Napoleón. Sarkozy podrá hoy caer igual de simpático y haber hundido a Villepin y al socialismo vecino, pero ha ido a elegir un compañero de negocios que prefiere antes emular a Fernando VII que a Jovellanos. El socialismo español del siglo XXI cierra el ciclo y se une con el del XX: la corrupción ha vuelto. Tanta mezcla de lo público y lo privado, tanta utilización del Estado en beneficio propio es intolerable. Zapatero es ya, por derecho propio, el presidente felón y en consecuencia nos queda homenajear 1808. ¡Márchese Sr. Zapatero!

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