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Fundación Heritage

Por qué no se debe rescatar a Detroit

Aprobar el paquete de rescate financiero que quieren significaría que la industria del automóvil no tendría mayores incentivos para modernizar su modelo comercial y solamente retrasaría lo inevitable.

Ahora que estamos en plena preparación para celebrar la Navidad, parece que todos están ocupados escribiendo su lista de deseos a Papá Noel. Entre ellos, los fabricantes de coches de Estados Unidos que se la pasan mirando al Congreso americano para que les concedan un préstamo de 25.000 millones de dólares y que así tengan una feliz Navidad.

¿Pero realmente necesitan los fabricantes de automóviles un rescate? Si miramos más de cerca, veremos que la respuesta es no.

El mes pasado, los directivos de las tres grandes empresas fabricantes de coches americanos (General Motors, Ford y Chrysler) se montaron en los aviones privados que pagan sus empresas para ir a Washington y pedir ayuda. Fracasaron en el intento de defender su causa, así que los legisladores les dijeron que regresaran con un mejor plan después de la celebración del Día de Acción de Gracias.

Quizás detectando el generoso espítiru navideño, los directivos volvieron la semana pasada al Congreso con la esperanza de llegar a un mejor final que en su último encuentro. 

Para los fabricantes de coches, los legisladores que se oponen a que les den ayuda económica son unos verdaderos tacaños en toda esta historia. Según el testimonio de los directivos, la mala situación económica ha golpeado muy duro a esta industria.

Mostrando sus tristes expedientes financieros, los ejecutivos contaron conmovedoras historias sobre sus respectivas compañías tan necesitadas de efectivo; dijeron que están en una muy mala coyuntura y cerca de declarar la bancarrota. Y ciertamente, los hechos confirman el triste panorama al que se enfrentan los fabricantes de coches, recalcando lo terrible que está la situación para su sector.

Pero si se mira detenidamente cómo los "Tres Grandes" (Chrysler, Ford y General Motors) llegaron a este punto, nos daremos cuenta de por qué en gran parte los fabricantes de coches son responsables de sus propios fracasos. Como mis colegas de la Fundación Heritage James Gattuso y Nick Loris señalaban en un reciente informe, esta industria tomó una serie de malas decisiones mucho antes de la reciente crisis económica, comenzando con que sus beneficios dependían de los todoterrenos, vehículos que consumen mucha gasolina. 

Aunque obtuvieron beneficios a corto plazo, ahora se enfrentan a la realidad: los consumidores quieren vehículos que gasten menos combustible, en vista de los fluctuantes precios de la gasolina y de la creciente preocupación por el medioambiente.

Por supuesto, hay otras razones por las que Detroit se ha visto inmerso en este lío. El hecho de que se hayan comprometido a pagar costosos planes de asistencia sanitaria y de pensiones supone también un grave problema, pero con el que el rescate no tiene nada que ver. 

La premisa básica es simple: los Tres Grandes se han negado a aceptar el cambiante panoraba al que se enfrenta su industria desde hace algún tiempo y la realidad finalmente los ha alcanzado.

Cuando el presidente electo Obama asuma el cargo el 20 de enero, heredará aproximadamente 10 billones de dólares en deudas pendientes de pago en uno de los momentos económicos más turbulentos a los que el país se ha enfrentado desde hace mucho. En lugar de premiar las paupérrimas decisiones de estos directivos, los legisladores del Congreso tienen una verdadera oportunidad para parar los pies a unas empresas que ya están mirando al Gobierno federal para buscar ayudas. 

Aprobar el paquete de rescate financiero que quieren significaría que la industria del automóvil no tendría mayores incentivos para modernizar su modelo comercial y solamente retrasaría lo inevitable. Un enfoque más sano sería que algunos de los fabricantes de coches se declarasen en quiebra, reestructurasen y reorganizaran sus contratos y que al mismo tiempo redujesen o consolidasen su deuda.

A veces, el mejor paso para una recuperación completa es aceptar la realidad. Nadie quiere ser Ebenezer Scrooge en plena Navidad, pero el Gobierno federal no debería ayudar a fomentar los malos comportamientos.

 

©2008 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg 

Israel Ortega es especialista en Medios de Comunicación y Prensa de la Fundación Heritage y lleva mas de media década trabajando en Washington, D.C. y el Congreso.

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