¿Cómo medir la eficacia de las políticas de estímulo o del nuevo New Deal que hoy lleva adelante el Gobierno norteamericano? Es una pregunta sin respuesta. Frédéric Bastiat explicaba en 1850 que podemos ver aquello que los planes del Estado hacen, pero no aquello que el sector privado habría hecho con esos mismos recursos.
Aun sin una respuesta concreta, ¿qué ocurriría si luego de gastar y gastar se viera que el desempleo y las quiebras empresariales siguen aumentando? Ante un eventual fracaso de estas políticas, el Gobierno norteamericano ya ensaya una respuesta: "Sin estas políticas, la crisis habría sido peor".
A estas palabras, que seguramente escucharemos en el futuro por parte de Obama, Krugman ya les va preparando el terrano, afirmando que si todo esto fracasa, es porque Obama ha sido "demasiado prudente". El premio Nobel trata de demostrar su afirmación mediante su particular interpretación de lo ocurrido en la crisis de los años 30. Tras la Gran Depresión, Hoover primero y Roosevelt después, se quedaron cortos con el gasto. Por eso, diría Krugman, Estados Unidos no terminó de salir de la crisis hasta comenzada la Segunda Guerra Mundial. Fue en ese momento cuando el Gobierno emprendió un gasto ilimitado y logró compensar totalmente la "insuficiencia de la demanda agregada".
Lo cierto es que, "a pesar" de las políticas que Krugman propone y Obama practica, la economía está completando su ajuste, tal como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek anticiparon en la primera mitad del siglo pasado. Los diarios nos muestran día a día cómo los mercados inmobiliario y bursátil se destruyen, mientras que el desempleo alcanza cifras récord.
Pero si el ajuste se está completando, ¿qué podemos decir de los planes de estímulo? Podemos señalar, en todo caso, que "afortunadamente" son insuficientes, que tales políticas juegan un rol importante en lo social, como contención del descontento popular, pero que no han podido evitar el reajuste del mercado.
Este reajuste es doloroso, pero sano. Es igual que una resaca para quien ha bebido demasiado. Completado el ajuste, si es que hemos aprendido la lección, debemos emprender un camino diferente al que desembocó en esta depresión.
Bernanke es uno de los primeros que se ha animado a conjeturar una posible fecha en que la crisis toque fondo y comience la recuperación. Pero 2010 parece más una expresión de deseo que el resultado de un análisis económico profundo. Los economistas, desde mi punto de vista, no contamos con herramientas que nos permitan anticiparnos a cuán profunda llegará a ser la crisis. Dependerá del mercado, del ajuste que éste necesite y de las expectativas de los inversores.
Las políticas de Krugman y Obama tan sólo retrasan el ajuste de mercado y restringen lo único que pueda acelerar una recuperación: la creativa e innovadora función empresarial.