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Carlos Rodríguez Braun

De izquierdas y farmacias

La crisis estalla en la construcción, que es un sector intervenido de arriba abajo, con permisos, licencias, recalificaciones y controles e impuestos de todo tipo. ¡Y don Cayo habla de falta de intervención pública!

El líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, declaró que la crisis actual se originó en los "años buenos". Pero no vaya usted a creer que se ha pasado a la teoría austriaca del ciclo económico, que siempre ha sostenido que las crisis brotan precisamente de las malas inversiones realizadas en la fase expansiva y debidas al desajuste entre ahorro e inversión que provoca el sistema bancario. Porque este gran progresista amigo de la dictadura cubana señaló a continuación: "casi 800.000 viviendas nuevas cada año, ese es el gran cáncer, por culpa de la falta de intervención pública". La crisis estalla en la construcción, que es un sector intervenido de arriba abajo, con permisos, licencias, recalificaciones y controles e impuestos de todo tipo. En la base de la crisis están el crédito, totalmente intervenido, y el dinero, que no sólo está intervenido sino que está monopolizado por unas entidades públicas de carácter monopólico que son los bancos centrales. ¡Y don Cayo habla de falta de intervención pública!

Esa intervención pública, en cambio, le gusta al ex presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, Pedro Capilla, que aplaudió la resolución de la Corte de Luxemburgo que avaló la reserva de explotación de las farmacias exclusivamente a los farmacéuticos con esta declaración: "los medicamentos no son mercancías... no deben ser vendidos en un establecimiento que no esté regentado por un farmacéutico... Con un modelo de farmacia liberalizado, cientos de pequeñas localidades se quedarían sin farmacia". Parece como si las mercancías fueran necesariamente inseguras, y como si un empresario no pudiese abrir y regentar una farmacia, so pena de desatar toda suerte de males. En cuanto a la idea de que la libertad excluiría a los marginados, cabe recordar que el poder defendió durante décadas el monopolio de Telefónica con idéntico razonamiento: la competencia libre dejaría incomunicados a los pueblos más remotos. Pues bien, se abrió un poco el mercado de la telefonía y el resultado fue el contrario: nunca hemos estados mejor comunicados. Además, el argumento del cuidado de los marginados, típico del Estado del Bienestar, es sólo un señuelo para montar una pirámide burocrática que con la excusa de la atención a los más menesterosos cobra y somete a todos. Si le propusiéramos a don Pedro Capilla la liberalización completa del sector farmacéutico a cambio de un compromiso de una donación específica para abrir farmacias en localidades remotas, ¿lo aceptaría?

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