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José Antonio Martínez-Abarca

The Salgado "vice"

Va a subirle los impuestos a todo lo que odia. Y odia al mundo en que vive o desde luego es lo que se esfuerza en demostrar. Todo lo que detesta o es pecado o es delito o engorda o divierte o es gratis o hace la vida más fácil.

La vicepresidenta y ministra de Economía, la institutriz Salgado, ha llegado a donde quería tras todo aquel paripé de la remodelación del Gobierno, y ya sabemos qué narices hace ahí, precisamente ahí, precisamente ella. Al parecer, después del tabaco se van a subir también las tasas del alcohol, como en el "modelo sueco" de cuando había modelo sueco. Ya nos tiene, como digo, donde le apetecía, a tiro de normativa obligatoria. La "vice" contra el vicio.

Como ministra de Sanidad no pudo ajustarnos las cuentas porque las competencias estaban transferidas, pero ahora tiene a sus sarmentosos pies una formidable máquina de terror timbrado para apretar las tuercas a los fumadores, bebedores, tal vez jugadores, quizás mujeriegos, comedores de grasas en general, a todo aquello que se aparte del alpiste metafísico donde mora. Va a subirle los impuestos a todo lo que odia. Y odia al mundo en que vive o desde luego es lo que se esfuerza en demostrar. Todo lo que detesta o es pecado o es delito o engorda o divierte o es gratis o hace la vida más fácil. Así que vayan haciendo las cuentas, que para la vicepresidenta viene la salvación a través de la confiscación, sin desdeñar que al final se presente como siempre el doctor Montes con una buena jeringuilla.

Y nos reíamos de aquel impuesto especial sobre el "desgaste del firme" que Borrell quiso poner en las autovías españolas, tal vez copiándolo de aquellas películas con "cámara oculta" de Manolo Summers en que se multaba de coña a los paseantes que no llevaban unas suelas de los zapatos con el dibujo en regla. Para la institutriz de Economía, la vida mediterránea en general desgasta seriamente al Estado y por eso lo que le pide su espirituosidad (ya que el cuerpo no le puede pedir nada por lo domeñado y lo negado que lo lleva), es poner impuestos hasta por un exceso de respiración en espacios cerrados. Nunca hubo un ministro de Economía tan abiertamente enfrentado al modo de vida de sus ciudadanos. A Salgado le fastidia España porque se parece poco a una estricta comunidad "Amish", y, cansada de que por aquí corran las golosinerías incluso en tiempos de crisis, se ha propuesto que esto se parezca a una noche de lunes de invierno soviético en los antiguos y desabastecidos almacenes GUM de Moscú. Y dicen que lo único que no se atreven a subir de momento es el IVA, no sea que la gente deje de comprar. Cuando lleguen a planteárselo, no habrá nada que comprar. Empezarán, aparte de por la recurrente gasofa, por el tabaco y el alcohol, cosa esta última que traerá más ruina. Adiós al tráfico de vuelos "charter" con "guiris" buscando en España sol y bebida accesible, porque la institutriz quiere que caiga uno de los dos incentivos.

Sólo es el principio de la larga lista de ajustes en nombre de la fuerza mayor, la situación heredada de Bush y Aznar y del interés de Estado, en realidad la ingeniería social soñada de toda la vida a través del aparato más coercitivo posible, la recaudación. Un poquito de aquí, otro poquito de allá, una mordida de acullá, los socialistas que le pierden el temor a retorcerle el pescuezo a la economía y las tasas por pasear con la suela de goma de las "zapas" desgastada deja las películas de Summers de "to er mundo e güeno" para ser realidad bajo la Alianza de Civilizaciones.

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