A la memoria de Rose Friedman
Margaret Thatcher dijo una vez que el problema del socialismo es que al final acaba agotándose el dinero de los demás. Esta reflexión suscita a su vez otro problema, y es cuándo llega ese "al final". El anuncio, o globo sonda, del gobierno acerca de una próxima subida de impuestos va a poner a prueba, justamente, la resistencia de los bolsillos españoles.
Hasta ahora, la verdad, no ha sido heroica. Antes de que se descubriera la chapuza de la supuesta ayuda a los parados de larga duración, ya el Gobierno anunció que si el paro se disparaba por encima del 17%, prorrogaría dichas ayudas. Eso quiere decir que el Gobierno socialista da por supuesto que la sociedad española admite sin rechistar un paro de ese calibre. Si la experiencia histórica sirve para algo –que no tiene por qué ser así–, lleva razón. Entre 1982 y 1999, el paro no bajó nunca del 15%, con picos del 21,6% (en 1986) y del 24,5% (en 1994). Ya sea por el volumen de la economía sumergida, por las redes de solidaridad ajenas al Gobierno (y que el Ejecutivo se empeña, curiosamente, en liquidar), o por las ayudas gubernamentales como el PER, ahí hay una realidad con la que el Gobierno cuenta para sortear la crisis, lo que en términos socialistas quiere decir volver a instalar a la sociedad española en una situación de paro estructural que la vuelva cada vez más dependiente.
Por otro lado, existe una corriente de opinión importante quizás no favorable a la subida de impuestos, pero que no deja de comprender la utilidad de un sistema fiscal progresivo, en el que quien más gana, que suele ser quien más trabaja y quien más se esfuerza, paga más. De ahí a aceptar una subida de impuestos para sufragar el gasto en derechos sociales, igualdad, reparto de la riqueza y otros slogans propagandísticos no hay más que un paso. Un paso que muchos españoles han dado. Según el estudio Percepción del Modelo Económico y Valoración de la Crisis del BBVA, un 58,7% optaría por esa posición si eso significa mejorar las prestaciones de la Seguridad Social. Más aún, una inmensa mayoría piensa que el Gobierno debe ser más activo a la hora de controlar los beneficios de los bancos (90,1%) y de las empresas (83,6%).
Después del fiasco de la crisis que no existía, la fulminante subida del paro y el no menos fulminante derrumbamiento de la actividad económica, una subida de impuestos debería significar el suicidio político del Gobierno socialista. No es seguro que vaya a ser así. Los bolsillos de los españoles son muy generosos con los gobiernos socialistas, los de todos los partidos.