Es el miedo al estigma social. El verse con un moderno sambenito amarillo con una caperuza paseando por las calles ante la risa y crueldad de la gente. Vivimos en la tiranía de lo políticamente correcto. Ayer hablaba con un amigo que cargaba contra los empresarios, contra todo el dinero que ganaban y que no repartían entre los trabajadores, le pregunté entonces: "¿no tienes tú un pequeño negocio? ¿no eres acaso empresario?" Sorprendido, dudó un momento y añadió que no era lo mismo. Tienen miedo.
No se puede esperar más de uno de los agentes, junto con los políticos y sindicatos, responsables de que España sea el país europeo con mayor carga impositiva y sueldos más bajos.
Estoy totalmente de acuerdo. No obstante siempre que me pregunto por qué les que les falta "aprecio por España y los españoles y por ellos mismos y valor para luchar por todos", mi respuesta es: por el temor a las represalias que recibirá todo aquel que se signifique. Triste, muy triste, pero verosímil.
No estoy de acuerdo. No podemos esperar que los empresarios elijan las ideas políticas correctas, porque se comprueba que frecuentemente no es así. Abundando en ello, ni la superioridad intelectual asegura el acierto en política, ni ser empresario supone esa mayor capacidad. Dicho sea en favor de la institución empresarial, que permite producir riqueza con elementos de tal calidad. Y no es lógico esperar que los representantes de un colectivo económico hagan el trabajo de los partidos políticos: ¿tras quejarnos de los sindicatos queremos que la patronal les imite?
Es cierto que nuestra política está en déficit: en las últimas elecciones muchos no tuvimos a quien votar, pero la solución hay que buscarla entre los propios ciudadanos insatisfechos, en políticos que no encajan con su partido, y en periodistas que están de acuerdo con los dos anteriores. No en colectivos transversales, y no en políticos que han elegido otras ideas y ya tienen su lugar en las papeletas electorales.