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Jorge Vilches

La sorpresa y los intelectuales zapateristas

La política frente a la crisis no está en eyectar sobre la sociedad española ocurrencias del tipo de la primera legislatura, sino en implementar medidas económicas que nos saquen de la recesión y en atenuar los efectos sociales de la crisis.

Últimamente se puede oír y leer a ciertos intelectuales afectos al zapaterismo, que el problema de este Gobierno es que le ha sorprendido una crisis. Una crisis económica que le está impidiendo poner en marcha su verdadero programa, aquel que empezó a aventurar en la primera legislatura. Echan de menos medidas "audaces", dicen, como la retirada de las tropas de Irak, el proceso de paz con ETA, la ley de memoria histórica o la de matrimonio entre homosexuales. Medidas todas ellas que, a pesar de concitar críticas en los medios de comunicación, tuvieron apoyo social. Claro; una cosa, dicen, es la opinión pública y otra la publicada, pero esto ya se lo oímos a González antes de perder las elecciones.

Esa "sorpresa", alegan, distrae al Gobierno al obligarles a pensar en medidas para salir de la crisis. ¿Sorpresa? Gobiernos, instituciones y medios internacionales hablaban ya abiertamente de crisis mucho antes de las elecciones del 9 de marzo de 2008. La crisis no sorprendió a nadie.

La crisis financiera internacional estalló en febrero de 2007, tras un quinquenio de errores económicos y negocios fraudulentos. En agosto de ese año se desplomaron todas las bolsas y el Banco Central Europeo advirtió del inicio de una crisis. El 11 de agosto Solbes declaraba que esa situación no llegaría a España. Mientras, los bancos centrales inyectaban liquidez en el mercado y el FMI confesaba que la crisis dañaría el crecimiento mundial. La recesión asomaba por la puerta y el 21 de enero de 2008 se producía una histórica caída bursátil internacional.

Entre tanto, Zapatero decía que quienes pedían más atención eran "antipatriotas", pues la crisis no era tal, sino "turbulencias". La estrategia socialista parecía que era aguantar hasta las elecciones.

En el debate electoral entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro, emitido en Antena 3 el 20 de febrero de 2008, el hombre del PP le recordó al vicepresidente que la inflación estaba en el 4.3%, que había 82.000 parados más que al inicio de la legislatura, y que aumentaba de forma alarmante el déficit por cuenta corriente y el endeudamiento de las familias. Estábamos en crisis financiera desde hacía años como el resto del mundo. A esto Solbes respondía que era "prematuro hablar de crisis" y que prefería el término "turbulencias". Es más, el vicepresidente le dijo a Pizarro que el PP fomentaba la crisis con su actitud.

Pero lo que parecía un simple truco de distracción que pasaría tras las elecciones se convirtió en la única política económica del Gobierno. En abril de 2008, en el programa 59 segundos de TVE, con las elecciones ya ganadas, Zapatero decía que era "antipatriótica, inaceptable y demagógica" la alarma sobre la situación económica. Y en junio Solbes decía que hablar de crisis era "exagerado". Luego supimos que habíamos pasado de una tasa de desempleo en 2007 del 8,26% a una del 13,91% un año después, colocándonos en 2010 ya por encima de los cuatro millones de parados.

Parece claro que la política frente a la crisis no está en eyectar sobre la sociedad española ocurrencias del tipo de la primera legislatura, sino en implementar medidas económicas que nos saquen de la recesión y en atenuar los efectos sociales de la crisis. El papel de la oposición y de los medios, por más que les duela a los intelectuales zapateristas –cada vez menos y con peores argumentos–, es denunciar la inacción y las torpezas del Gobierno, fiscalizar su gestión y llamar la atención cuantas veces sea necesario y con el tono más oportuno. Hasta ahora esta parecía la forma común y aceptada de democracia liberal.

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