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Rogelio Biazzi

La última prejubilación

Muchos problemas del sistema de pensiones se solucionarían con cumplir la ley actual, es decir que la gente se jubile a la edad de jubilarse y no antes. Pero permítame sugerir una excepción: aceptemos una última prejubilación más, la de Zapatero.

Hace unos días el presidente Zapatero anunciaba –como sólo él sabe hacerlo– que iba a realizar reformas profundas en el sistema de pensiones, como parte de una serie de medidas –impostergables– para reducir el déficit público. Más allá de algunos detalles, proponía alargar la edad de la jubilación y también el período de cotización que se tiene en cuenta para estimar la cuantía de las pensiones. A estas alturas, cualquier medida que tenga algo de contenido y que vaya en la dirección de bajar el gasto suena bien. Escuché el anuncio con cierta expectación –y mucha cautela– esperando a ver si realmente el Gobierno había decidido tomar cartas en este asunto, que cada vez pinta peor.

Mi madre –que no vive en España y tampoco sigue mucho su política– cuando lee mis artículos siempre me dice –supongo que por instinto maternal– que no critique tanto "a ese Señor Zapatero, pobrecito". Mi alumna Tamara defiende a nuestro presidente a capa y espada, y no le gusta nada que me meta tanto con ZP. Así que aprovechando el interrogante que despertó aquel anuncio, me propuse darles el gusto y destacar lo positivo de la iniciativa del Gobierno. Después de todo, intentar tapar aunque sea uno de los tantos agujeros por los que hace agua la maltrecha economía española, no es una mala iniciativa.

Todo esto ocurrió hace una semana, pero hoy cuando me puse a escribir, mi propósito de ser más benevolente con el Gobierno ya no tenía sentido: la propuesta de ZP naufragó antes de salir del puerto. No me queda claro si todo fue otra fantasía que nos quiso vender el Gobierno o si de verdad quería hacer algo con las pensiones, pero la Vicepresidencia en las sombras –léase sindicatos– mostró los dientes una vez más logrando asustar al presidente. Lo cierto es que la reforma del sistema de pensiones quedó casi en la nada. O peor que eso: hemos hecho un ridículo monumental –y ya van...– en Bruselas. La historia ya es bien conocida: dentro del Plan de Estabilidad Presupuestaria 2009/2013 que el Gobierno envió ayer a la Comisión se contemplaba la ampliación de 15 a 25 años del período de cálculo de las pensiones. A las cuatro horas el Ejecutivo salió a desmentirse a sí mismo, diciendo que lo que se había enviado era sólo una simulación. Parece de película, pero lo cierto es que nada de lo que dice se hace, nada de lo que promete se cumple. Francisco Cabrillo escribía estos días en una de sus columnas semanales una verdad grande como un templo: muchos problemas del sistema de pensiones se solucionarían con sólo cumplir lo que manda la ley actual, es decir que la gente se jubile a la edad de jubilarse y no antes. Estoy de acuerdo, maestro, pero permítame sugerir una excepción: aceptemos una última prejubilación más, la del presidente Zapatero.

Cosas como las que están pasando nos dan la pauta de que estamos ante un Gobierno irredento. Una equivocación la puede cometer cualquiera, pero insistir en el error es cosa de tontos o malvados. Pedirle al Gobierno que baje el gasto, luego de haber abierto la puerta del déficit justificándose en que la situación actual requería gastar dinero público para reactivar la economía, es como pedirle a un alcohólico que deje de beber después de haberle dado permiso para tomarse una copa para combatir el frío. Imposible. Los gobiernos de izquierda suelen ser "gastadores seriales" de fondos ajenos.

La crisis está matando a España y los síntomas se multiplican día a día. El bajón de hoy en la Bolsa española –más del doble de lo que cayeron las europeas– no muestra otra cosa que los inversores corriendo a refugiarse en mercados más seguros de otros países. Es normal que Zapatero esté rezando en Washington. Ha dicho que en su oración pidió por los inmigrantes, los homosexuales y los parados. Yo creo que también habrá rezado por él. Buena falta le hace.

En Libre Mercado

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