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Ignacio Moncada

El fracaso socialista

Zapatero, desde la retórica de protección de los pobres, ha terminado extendiendo la pobreza en un país que no hace mucho fue un ejemplo de buenas prácticas económicas.

La vida puede llegar a ser irónica. El desplome de la Bolsa española cogió a Zapatero en Washington, elevando sus plegarias ante la élite religiosa americana. Es probable que, durante el evento, al presidente del Gobierno le castigara el recuerdo de aquel desfile en el que permaneció sentado ante el paso de la bandera americana. O, tal vez, que se sintiera confuso en el rezo tras su habitual retórica combativa con lo religioso. Quién lo habría dicho. La estampa de Zapatero orando ante Obama, suplicando una transfusión de carisma en Estados Unidos, es una carcajada del destino. Es una caricatura de cómo, cuando uno se equivoca, acaba pasando por el aro que siempre había censurado.

En la última semana los cimientos ideológicos de Zapatero se han ido reduciendo a escombros. España lleva seis años gobernada según las directrices económicas socialdemócratas, y ahora queda a la vista la devastación que han provocado. Para empezar, el Gobierno se ha estado negando a toda reforma que suponga flexibilizar el mercado laboral. Ha atacado a quien propusiera un sistema que incentivara la contratación de trabajadores. Y el resultado de ese esfuerzo progresista es el 20% de paro. El socialismo ha vuelto a hacer de España el país con más desempleo del mundo desarrollado y de buena parte del subdesarrollado. Las consecuencias de la política de Zapatero son tan demoledoras que han terminado por merendarse sus propias palabras: va a flexibilizar el mercado laboral y a extender el uso de contratos con menor indemnización de despido. Es el síntoma de lo que Ignacio Camacho, en ABC, ha denominado "crisis de coherencia".

Al igual que en el caso del mercado laboral, el Gobierno siempre ha reaccionado con vehemencia cada vez que alguien osaba decir que el actual sistema de reparto de pensiones era insostenible. El propio gobernador del Banco de España, designado por el PSOE, recibió una sonora bronca por levantar la liebre. Y ahora, probablemente instado por Bruselas, Zapatero se ha sacado de la manga una reforma basada en el recorte de pensiones y en la extensión de la edad de jubilación hasta los 67 años. En una semana, el Partido Socialista ha quemado su principal arma electoral: presentarse como guardián de los derechos de trabajadores y pensionistas.

Este giro radical de la política económica es un reconocimiento de que el modelo económico socialista es un absoluto fracaso. Zapatero, desde la retórica de protección de los pobres, ha terminado extendiendo la pobreza en un país que no hace mucho fue un ejemplo de buenas prácticas económicas. Ahora llega la resaca de un uso político desenfrenado del gasto público. El mundo económico ya le ha transmitido que para salir de ésta sólo queda un recorte presupuestario tan drástico que le tiene que llevar a suprimir los intocables gastos sociales.

En la mayoría de países desarrollados el socialismo ha menguado hasta ser una fuerza secundaria, a veces residual, como pasó en su día con el comunismo. Si los ciudadanos españoles quieren volver a la prosperidad, tendrán que concienciarse de que ésa es la puerta por la que se sale de la pobreza. Puedo estar equivocado, pero sospecho que ya han empezado a hacerlo.

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