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Juan Ramón Rallo

¿Los masones contra Zapatero?

Tal vez cabe una explicación alternativa que no sé si habrá considerado D. José: que la economía española sea cada vez una inversión más arriesgada y que nadie quiera depositar en ella su dinero a menos que obtenga rentabilidades mucho mayores que antes.

Uno creía que, como explica el propio Tesoro, los mayores tenedores extranjeros de deuda pública española eran Francia, Alemania, Reino Unido y Holanda, países que, a excepción del tercero, integran una Unión Monetaria a la que dudo que quieran hacer estallar por los aires.

Aun así, nada se interpone entre el disparate y la lengua de un socialista cuando de defender a Zapatero se trata. De este modo, D. José Blanco, ese eminente estadista en el que durante años muchos no vieron más que al Sancho Panza de Zapatero, no ha vacilado en anunciar una conspiración internacional contra el paraíso socialista que, contra viento, marea y neocons, nuestro egregio presidente esta instaurando en España.

Al parecer, los especuladores internacionales no tendrían nada mejor que hacer que tratar de derribar el Gobierno de ZP, abanderado en la lucha por regular a estos señores y por despojarles de su impunidad para arruinar países enteros, por lo que se habrían dedicado a pergeñar "maniobras turbias" que desestabilizaran nuestros mercados financieros. Por ejemplo, vender todo aquello que lleve asociada la marca España, incluso las acciones de un banco como el Santander que acababa de presentar los mayores beneficios de su historia.

Sin embargo, tal vez cabe una explicación alternativa que no sé si habrá considerado D. José: que efectivamente la economía española sea cada vez una inversión más arriesgada y que nadie quiera depositar en ella su dinero a menos que espere obtener rentabilidades mucho mayores que antes. Cierto que España no es Grecia, pero liderada por Zapatero va camino de serlo. Entenderá, pues, que a quien piense invertir a varios años en España no le preocupe tanto cómo estamos hoy, sino cómo vamos a estar mañana. ¿Y acaso es del todo descartable que degeneremos a una situación similar a la griega? No, porque a menos que Zapatero rectifique, en esos estamos ya. De hecho, precisamente porque con este rumbo vamos camino del abismo, Zapatero ha rectificado (o más probablemente le han hecho rectificar) en asuntos tan críticos como las pensiones, el gasto público o la reforma laboral.

Si según D. José todo son maniobras infundadas, ¿por qué rectifica ZP? Quizá porque los ritmos actuales de despilfarro son insostenibles y los mercados ya se están dando cuenta. La incógnita es ahora si el PSOE conseguirá sacar adelante las reformas que precisa nuestra economía y en esto, permítame excelentísimo ministro de Fomento, que tanto los malvados especuladores como un servidor tengamos serias dudas, sin necesidad de que meta en la ecuación turbia maniobra alguna.

No es cuestión de que el mercado sea una selva en la que los depredadores con más dinero pueden devorar sin miramientos a unas pobres hormigas progresistas cuyo incontenible altruismo les quitó tiempo para enriquecerse. No, cualquiera con un capital suficiente puede hacer mover al mercado en una dirección justo un segundo antes de que otro con el mismo capital o muchos con pequeños capitales lo hagan mover en la contraria. Porque, no lo olvidemos, si estamos diciendo que merced a las distorsiones judeo-masónicas las acciones de las empresas españolas están artificialmente baratas o que la deuda pública española ofrece rentabilidades mucho mayores a las que justificaría su riesgo real, entonces debería haber cantidades ingentes de inversores ansiosos por forrarse mediante la adquisición de esos activos a unos precios tan atractivos. Pero no los hay, simple y llanamente porque Zapatero, y no los especuladores, ha terminado por cargarse una economía ya debilitada por la propia burbuja que el Banco Central Europeo, y no los especuladores, sentó las bases para crear.

Ya ve D. José, quizá no se trate de que haya una campaña para convertir a Zapatero en un demonio, sino de que muchos, al verlo, ya lo identifiquen con uno. Motivos los tendrían sobrados, aunque más que con cuernos y rabo, habría que imaginárselo vestido de negro, con un pasamontañas y un gran saco en la espalda. En los tiempos que corren, no sería para menos.

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