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Juan Ramón Rallo

El mito de las pensiones privadas argentinas y el ejemplo chileno

Siempre habrá ladrones al frente del Estado que amenazarán a las pensiones públicas y a las privadas. La diferencia es que las primeras se derrumban en la miseria sin necesidad de políticos ladrones. Ustedes verán.

Los devastadores cálculos que ha publicado Albert Esplugas en este periódico sorprenderán a muchos por estar habituados a la miseria que suponen las pensiones públicas. Poder amasar un patrimonio de 600.000 euros en apenas 30 años de cotización sin ningún esfuerzo adicional al que ya realizan hoy –pues son unos fondos que el Estado les arrebata a los trabajadores antes incluso de percibirlos– suena al típico cuento de la lechera cuyo cántaro termina rompiéndose antes de poder vender la leche.

Pero no, los cálculos no están basados en especulaciones absurdas sobre el futuro, sino en presunciones sobre la economía que vienen avaladas por casi un siglo de historia en diversas partes del planeta. No hay nada como una buena teoría que esté confirmada escrupulosamente por la práctica.

Los sistemas de capitalización, sin embargo, suelen tener todavía muy mala prensa entre diversos sectores de la sociedad, eminente pero no exclusivamente socialistas. Es lógico que los políticos recelen de ceder el control de las pensiones, ya que les suponen una buena cantera de votos. Más incomprensible resulta que aquellos que se verían beneficiados por el sistema, lo critiquen recurriendo a espantajos y hombres de paja.

Generalmente tiende a pensarse que el sistema de capitalización implantado en Chile José Piñera no ha sido tan exitoso como se esperaba y que, además, ese tipo de esquemas de inversión suelen estar sometidos a grandes riesgos, como la quiebra de los propios fondos. Así, se recuerda el caso de Argentina en 2001, cuyos fondos privados padecieron unas pérdidas enormes a raíz de la crisis.

La realidad, sin embargo, dista bastante de estos infundados temores. Desde 2003 a 2009, la rentabilidad media del fondo de pensiones chileno con una mayor proporción en renta variable ha sido del 8,9%, muy cercana a la media nominal del 10% que apuntaba Esplugas en su reportaje (el fondo sólo invierte el 80% en bolsa, no el 100%). Y ello pese al desplome que sufrió en 2008 como consecuencia del pánico posterior a la quiebra de Lehman Brothers (pánico que, sin embargo, no afecta a largo plazo al valor de las acciones).

Más sibilino es, sin embargo, el mito de que en Argentina muchos fondos de pensiones (y sus respectivos cotizantes) sufrieron grandiosas pérdidas. Recuerdo a Miguel Sebastián, egregio miembro de este Gobierno que nos lleva al caos económico, rechazar los sistemas de capitalización que él mismo había defendido antes de convertirse en exitoso asesor económico de ZP, bajo el argumento de que podría suceder como en Argentina.

Sin duda, el riesgo existe: a los fondos privados de pensiones les puede pasar como a los de Argentina. ¿Pero qué pasó en Argentina? Ésta es una parte de la historia que no suele contarse pese a ser clave: a finales de 2001 el Estado argentino, de la mano de Domingo Cavallo, fuerza a los fondos privados a que inviertan el 90% de sus excedentes de liquidez en una deuda pública que posteriormente pesifica e impaga al grito de "Argentina, Argentina".

Siempre habrá ladrones al frente del Estado que amenazarán a las pensiones públicas y a las privadas. La diferencia es que las primeras se derrumban en la miseria sin necesidad de políticos ladrones. Ustedes verán.

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