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Ignacio Moncada

Cómo destruir un sector económico

El sector se ha construido con impaciencia caprichosa, montando un sistema de planificación central de corte soviético mediante la inyección continua de dinero público en forma de primas y subvenciones donde el Estado iba señalando.

La economía es una disciplina caprichosa. Todas las ocurrencias de los gobernantes tienen sus consecuencias, y los antojos se pagan. A menudo los políticos actúan como tocados por una magia divina que les permite hacer y deshacer sin necesidad de pedir permiso, sin pensárselo dos veces. Y el máximo exponente de este don es Zapatero, en el que la combinación de ignorancia y osadía da una sensación de permanente improvisación que hoy vuelve a causar estragos.

Diversos medios de comunicación han adelantado que el Gobierno está planeando un importante recorte con efecto retroactivo de las primas a las energías renovables. Esta noticia ha hecho que cunda el pánico entre los inversores y empresarios del sector, pues la viabilidad de sus proyectos depende de estas tarifas. Antes de emprender uno de estos costosos proyectos, como un parque eólico o una planta termosolar, los inversores realizan sus cálculos de rentabilidad para ver si les merece la pena. Y ahora el Gobierno, acosado por el agujero que ha generado en las cuentas públicas, está considerando la posibilidad de comunicarles que el dato que usaron para calcular los ingresos ya es papel mojado. Que la rentabilidad que esperaban, y con la que se decidieron a emprender estos proyectos, ya no vale.

Soy de los que piensan que el sector de las energías renovables podía haberse abierto camino sin necesidad de intervención estatal. Lo que se necesita es que el sector privado, invirtiendo tiempo y dinero en investigación, consiga rebajar el coste de producir electricidad a partir de fuentes renovables hasta hacerlo rentable. Es lo mismo que se ha hecho con la energía nuclear, que al principio parecía un método experimental y ahora es un negocio viable. Pero el Gobierno ha bloqueado este proceso al dejarse llevar por el atractivo conceptual de la energía verde.

El sector se ha construido con impaciencia caprichosa, montando un sistema de planificación central de corte soviético mediante la inyección continua de dinero público en forma de primas y subvenciones donde el Estado iba señalando. Las expectativas de beneficios artificiales forzados por el Gobierno han hecho subir las acciones de las empresas dedicadas a esta actividad, creando una inmensa burbuja. Y ahora quien la creó, el Gobierno, está a punto de pincharla arruinando a los que le creyeron.

Se necesita mucho esfuerzo para que un sector económico se asiente de forma sólida. Pero es increíblemente fácil destruirlo. Lo único que hay que hacer es votar a políticos que no entienden de economía. Con un sector que podría tener futuro si se le da tiempo, primero han detenido el proceso creándolo de manera artificial. Después se han gastado miles de millones de euros de los contribuyentes en mantener hinchada la burbuja, destruyendo tres empleos por cada empleo verde creado. Y, por último, se anuncia que los recortes de primas podrían tener efectos retroactivos, hundiendo a las empresas que habían confiado en el sector.

Esto es justo lo que no hay que hacer. Es fundamental tener un marco legal estable en la economía, dar confianza al emprendedor, y el Gobierno está haciendo lo contrario. Esta inseguridad jurídica logra meter el miedo en el cuerpo a los empresarios e inversores, que es la forma más sencilla de conseguir que no vuelvan a invertir en España. Si no conociéramos tan bien al Gobierno, creeríamos que sigue al dictado un manual sobre cómo destruir un sector económico.

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