El mismo día en el que Rodríguez Zapatero anunció su plan de austeridad hubo manifestación delante de Ferraz. Ocurrió por la tarde, era muy poca gente, y alternaban los insultos a Zapatero con los gritos y los cánticos a la mayor gloria del Atlético de Madrid. La escena anticipó la respuesta de los sindicatos de clase, tan templada y circunspecta que han convocado al funcionariado al paro... en semana de puente. Está claro que no quieren molestar mucho.
El plan de Rodríguez Zapatero, que tal vez venga seguido de más medidas de austeridad, ha sido acogido como el final del zapaterismo en lo ideológico, por así decirlo, y como el preludio del fin político de su promotor, que habría cavado su propia tumba y se habría alienado definitivamente los sectores sociales de izquierda que hasta aquí habían sido su más firmes apoyos. La esperanza tal vez sea verosímil en lo ideológico, aunque caben muchos reparos. En lo político, en cambio, es probable que con su maniobra Rodríguez Zapatero haya ganado las próximas elecciones.
Sin duda que es un gesto improvisado de arriba abajo y forzado desde fuera. Aun así, eso mismo tiene valor, porque le proporciona a Rodríguez Zapatero la coartada exterior que siempre ha sido necesaria para poner en marcha las reformas internas. Los españoles, tan antojadizos y mudables en tantas cosas, son extremadamente conservadora en otras. Ningún gobernante en democracia se ha atrevido nunca a iniciar reformas económicas de algún calado sin contar con un motivo exterior. Ahora Rodríguez Zapatero lo ha encontrado. Además, gana prestigio fuera, aunque sea de boquilla. Acaba de nacer el estadista. De hecho, su presidencia de la Unión, fracasada en todo, acaba de inaugurar, aunque sea a pesar suyo, el nuevo espacio económico europeo.
Lo fundamental, en cualquier caso, es que Rodríguez Zapatero ha empezado a hacer lo que tenía que hacer si no quería suicidarse. Y a pesar de la impresionante improvisación, no lo ha hecho a ciegas. Siempre podrá presumir de haber subido las pensiones como ningún otro gobernante español en tiempos recientes, y también de haberles subido el sueldo a los funcionarios, en el último presupuesto, por encima de la subida del nivel de vida. El ajuste, por tanto, es menos doloroso de lo que se está diciendo y además no afectará a muchos pensionistas. También el "cheque bebé", ahora retirado, fue una iniciativa del Gobierno de Rodríguez Zapatero...
Los recortes en inversiones y en transferencias a las comunidades no tienen, por su parte, ninguna trascendencia social inmediata. Y además, no parece que se vayan a tocar las subvenciones a los sindicatos ni a los ideólogos y compañeros de la ceja. Los socialistas saben lo que valen los amigos y la política cultural, es decir la propaganda. Nunca la han descuidado, nunca se la han dejado al adversario y nadie, en ese terreno, les va a poner dificultades. Al contrario. ¿Huelga general? Paro sectorial, y en vísperas de puente.
El PP, ante todo esto, queda en posición deslucida. Ni las comunidades ni los ayuntamientos que gobierna son particularmente austeros, al contrario. Tampoco ha habido una estrategia clara de contención desde Génova, o al menos no ha traslucido. El partido sigue enfrascado en lo que más parece gustarle, que es la cocina interna, los tejemanejes, los rifirrafes entre baronías y los casos como Gürtel. Y además, como no se esfuerza por tener unas ideas propias, se ha quedado sin argumentos. Lo que ha anunciado Rodríguez Zapatero se parece bastante a lo que habría hecho el PP. Recurrir a lo "social" para discutir el ajuste es hacerle publicidad al PSOE. ¿De verdad piensa el PP que alguna vez va a ser más social que los socialistas?
En fin, ahora sí que Rodríguez Zapatero puede resistir dos años, y con el viento a favor.