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Juan Ramón Rallo

El ajuste de la izquierda

La sociedad española no puede permitirse un Estado tan caro y por ello habrá que realizar un drástico recorte de gasto público, en parte en las partidas que sugiere la izquierda pero sobre todo en otras que son intocables para el dogma socialista.

La izquierda está noqueada. El presidente, su presidente, anunció la semana pasada un tímido recorte del "gasto social", ése que había prometido durante dos años no tocar y ése que había convertido en el estandarte de la vía española o zapaterina para salir de la crisis. Algunos todavía siguen queriendo rebelarse contra una ciencia económica que no entienden, pero en su fracasado intento sólo logran arruinar a naciones enteras. Zapatero y la izquierda son un buen ejemplo: durante mucho tiempo –demasiado– creyeron que el Estado tenía que gastar más de lo que ingresaba (al contrario de lo que empezó a hacer un mucho más prudente sector privado) para relanzar la recuperación; hoy, Zapatero se ha visto obligado a empezar a rectificar y sus corifeos están desconcertados. ¿Es posible que les hubiese mentido durante tanto tiempo sin que ellos se dieran cuenta?

Algunos incluso emplean la coyuntura para implementar su agenda ideológica. No es que estén convencidos de que nos veamos abocados a la quiebra, pero dado que su líder ha dado el pistoletazo de salida para reducir el déficit, aprovechan para hacer aquello que siempre quisieron hacer: subir los impuestos a los ricos y recortar el gasto público al ejército, a la banca y a la Iglesia.

El diario Público despliega este fin de semana sus propuestas para poner corto al déficit, tanto por el lado del gasto como por el de los ingresos fiscales. No voy a entrar a valorar las propuestas concretas –en muchas reducciones del gasto puedo incluso estar de acuerdo– ni la lógica que puedan tener (es absurdo pensar que aumentando los impuestos en medio de la mayor depresión de nuestra historia moderna se logrará un incremento lineal de la recaudación o que el déficit puede solucionarse sin una liberalización enérgica del mercado laboral). Sólo me interesa destacar la incapacidad de una parte muy importante de la izquierda para digerir la realidad y proponer soluciones en consecuencia.

Después de, entre otras cosas, recortar un tercio el presupuesto de Defensa, dejar quebrar a la banca española al suspender el FROB, gravar las loterías, reinstaurar el Impuesto sobre el Patrimonio, aumentar el tramo máximo del IRPF al 50%, eliminar la práctica totalidad de las deducciones a las que se acogen las clases medias, multiplicar por cinco la tributación de las SICAV, aumentar el Impuesto de Sociedades al 35% para las grandes empresas y luchar genéricamente contra el fraude fiscal, sólo esperan reducir el déficit en unos 23.000 millones de euros (el cálculo que hace Público es algo superior, pero se debe a que no suma correctamente).

Bien: ahora recordemos, en 2009 el déficit público de España estuvo en torno a los 110.000 millones de euros. ¿23.000 millones? ¿Eso es todo? ¿Con este ajuste de cuentas, en su doble sentido, concluye la consolidación presupuestaria alternativa de la izquierda? Debería bastar este botón fuertemente ideologizado como muestra de lo poco que nos tiene que ofrecer el socialismo en la salida de esta depresión. Y no entro a juzgar, ya digo, los efectos devastadores que en la actual coyuntura tendría gravar aún más las escasas fuentes de ahorro de que dispone la sociedad española.

Muchos pensaron que la crisis la había causado el libre mercado (en ningún momento se plantearon el papel que jugaron esos monopolios públicos de la emisión de moneda que son los bancos centrales) y automáticamente se ilusionaron creyendo que era la "hora del Estado", de "lo público". Ya hemos visto qué pasa cuando a un mal diagnóstico lo sigue una peor receta. Aunque se nieguen a reconocerlo, la sociedad española no puede permitirse un Estado tan caro como el actual y por ello habrá de realizar un drástico recorte de gasto público, en parte en las partidas que sugiere la izquierda pero también y sobre todo –porque son el grueso del Presupuesto– en otras que son intocables para el dogma socialista. Esperemos que su tozudez no nos lleve a la quiebra a todos; o, al menos, resultaría deseable que quienes nos abocan a la quiebra sean los que soporten el mayor coste de la misma una vez se produzca (por ejemplo, pagando más impuestos en el futuro por el gasto que no han querido recortar hoy para hacer viable el repago de la deuda). En caso contrario, continuarán brotando e implementándose propuestas políticas disparatadas y suicidas, al estar socializándose unas pérdidas de las que ellos, la izquierda, son los responsables.

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