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Rogelio Biazzi

Soy lo que soy

Poco le duró a ZP su conversión a la ortodoxia económica, sólo el tiempo que necesitaron los sectores más populistas de su partido y los sindicatos para recordarle que él es un político de izquierdas.

Entre tanto disfraz y tanto cuidar la imagen para no perder votos, se agradece un poco de coherencia. Da gusto ver que los liberales actúen de liberales y –aunque no dé gusto al menos reconforta– ver que los socialistas se sacan la careta de responsabilidad y seriedad en la gestión pública para mostrar su verdadera esencia pseudoprogre. Dos recientes noticias valen para ilustrar de qué estoy hablando.

Por un lado, el recién estrenado Gobierno de coalición británico ha presentado su plan para esta legislatura. El viceprimer ministro liberal Nick Clegg, ha anunciado una reforma política que –guste más o menos– parece tener bastante calado y responder al ideario liberal. Ha prometido que reducirá las fronteras del Estado dando más poder a los ciudadanos. Son cambios políticos, la mayoría de cara al sistema electoral, que pretenden defender la libertad individual frente al poder institucional. Entre las reformas propuestas figura, por ejemplo, la de establecer el derecho de los electores a expulsar del Parlamento a un diputado que haya cometido alguna falta grave. La defensa de las libertades individuales es una parte esencial de la reforma propuesta en el Reino Unido. Clegg también ha dicho que dejará sin efecto la introducción de un DNI entre los británicos, y que acabará con la cultura de un "Estado que espía a sus ciudadanos".

A mí me suena bien eso de que el Estado tenga menos control sobre las personas y en cambio sean los votantes quienes ganen libertad de acción frente al Estado. Ser liberal es una forma concreta de entender la sociedad (y también la economía) basada en el reconocimiento de los derechos de las personas a lograr sus objetivos en un marco institucional que sólo limite su libertad cuando colisiona con la libertad de los demás. Esto implica un Estado que acepte que lo más beneficioso para la mayoría de la gente es una actuación pública que interfiera lo menos posible en las decisiones de las personas en una sociedad –o en un mercado– más libre. Lo dicho, liberales que actúan como liberales.

Otra noticia –ya de nuestro país– muestra a socialistas quitándose la piel de cordero y actuando de acuerdo con sus genes. Ya quedaron atrás esos tiempos donde ZP decía que bajar impuestos era de izquierdas, tiempos de bonanza donde podía gastar y derrochar sin temor a recortes o ajustes. Por aquellos dulces años nuestro presidente se permitía la excentricidad de ir contra sus dogmas de toda la vida, esa fatal arrogancia que impulsa a socialistas a pretender igualar a la sociedad en sus resultados y no en sus oportunidades, redistribuyendo la riqueza mediante impuestos. Lo que hace una semana era "impensable" hoy ya es una realidad: una subida de impuestos "a los más ricos" con el viejo hálito de la justicia redistributiva. Poco le duró a ZP su conversión a la ortodoxia económica, sólo el tiempo que necesitaron los sectores más populistas de su partido y los sindicatos para recordarle que él es un político de izquierdas. Y aquí tenemos la segunda actuación genuina de la semana: socialistas actuando como socialistas. Al final, como en el cuento del escorpión y la rana, cada uno es lo que es y termina actuando según su naturaleza: ZP es capaz de picarnos en medio del río aunque con ello se hunda junto con el país.

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