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Juan Ramón Rallo

Rajoy, como Zapatero

Mal futuro tendremos como país si los políticos siguen enardeciendo a las masas para que se opongan a unas reformas que todos saben imprescindibles. No sé si Rajoy es más socialista que Zapatero o viceversa, pero sí sé que los dos son igual de peronistas.

Que el partido que blasonó el "sentido de estado" para votar a favor del FROB, del Pacto de Zurbano y de la ayuda de 420 euros para los parados de larga duración y para abstenerse –sí, abstenerse– a la hora de convalidar el Fondo Estatal de Inversión Local (los 8.000 millones de euros del Plan E para que los ayuntamientos pusieran patas arriba sus respectivas ciudades) descubra ahora, en una de las coyunturas más críticas que vive nuestra economía, que existe el botón del ‘No’ en los asientos del Congreso resulta cuando menos inconsecuente y peligroso.

No sé si el PP tenía en mente ridiculizar a Zapatero con una derrota parlamentaria a fin de que éste abandone lo antes posible La Moncloa, si pretende ondear la irresponsable bandera de "lo social" junto a Izquierda Unida y demás grupúsculos anticapitalistas o si realmente cree innecesario este recorte de gasto propuesto por el Gobierno y piensa que otros muchos son posibles. Estaría bien que lo aclarara, especialmente cuando su responsable de política económica se llena la boca con la necesidad de prohibir el déficit público y cuando llevamos varios días con una loable rebelión cívica contra la subida del IVA.

Porque claro, si el PP reconoce la urgente necesidad de reducir el déficit y no piensa subir impuestos para lograrlo, ¿qué nos queda salvo darle un fuerte tijeretazo al gasto público? Parecería lógico o al menos resultado de la más elemental aritmética; pero hete aquí que cuando el Gobierno más manirroto de nuestra historia presenta un insuficiente plan para consolidar el déficit por el lado del gasto, el PP se subleva contra semejante posibilidad. ¿Y qué ofrece como alternativa esta formación política que pretende ser una inminente alternativa de Gobierno? Nada, apenas un discurso populista mal hilvanado: que si Chaves y Aído sobran, que si hay que acabar con las subvenciones para los sindicatos o que si debemos rebajar el sueldo sólo a los altos cargos.

Todo esto está muy bien, no por su contribución a la reducción del déficit, sino por simple justicia. Es absurdo que quienes nos han arrastrado a esta situación de pobreza –el dogma intervencionista de nuestra clase política y la cerrilidad de nuestros sindicatos– no vayan a padecer en primera persona las consecuencias pecuniarias y políticas de sus disparates. Pero no nos confundamos: con esto no conseguimos ni mucho menos eliminar nuestro déficit, son simples medidas cosméticas.

Y por eso el PP nunca debería haber votado en contra de la reducción del gasto propuesta por el Gobierno sin antes presentar un recorte alternativo que incida sobre partidas realmente cuantiosas. Aquí tienen un ejemplo, pero podría haber muchos más. Puede haber tijeretazos alternativos que no recaigan sobre los pensionistas y ni siquiera, si me apuran, sobre los funcionarios; pero la escandalera cortoplacista no debería hacernos olvidar dos cosas. Una, que España necesita rebajar los costes laborales (salarios) para volver a crear empleo, tal y como refleja la llamativa cifra de cinco millones de parados. Me costaría entender, y supongo que también a mucha otra gente, que todo el esfuerzo salarial se exija a los trabajadores del sector privado y que, en cambio, quienes tienen su puesto garantizado por vida no experimenten ningún recorte. Dos, nuestro sistema público de pensiones es un fraude que más pronto que tarde estallará y en ese momento habrá, no que congelar las pensiones, sino rebajarlas de manera sustancial –agradézcanselo a quienes defienden que la Seguridad Social sea pública–, ya sea alargando la edad de jubilación o extendiendo el período de cálculo. ¿De verdad tiene sentido que sigamos incrementando las pensiones para, en unos años, haber de recortarlas con especial intensidad (justo, por cierto, lo que cabía reprocharle a Zapatero durante años)?

Ya dije hace meses que ni Zapatero ni Rajoy servían para solventar los problemas económicos de España. Tras la votación de este jueves en el Congreso, sólo puedo reafirmarme y confiar en que un eventual Ejecutivo de Rajoy haga justamente lo contrario a lo que votó el jueves; es decir, que practique justo el mismo ejercicio de incoherencia con el que el PP ahora azota a Zapatero.

Mal futuro tendremos como país si los políticos siguen enardeciendo a las masas para que se opongan a unas reformas que todos saben imprescindibles para evitar la quiebra. No sé si Rajoy es más socialista que Zapatero o viceversa, pero sí sé que los dos son igual de peronistas y que, como continúen así, todos nosotros seremos Argentina.

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