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Cristina Losada

Zapatero busca un bálsamo

La traición de ZP consiste en haber sustituido el discurso sentimental asociado a una política económica de izquierdas por aquel que, bajo el signo de la austeridad, se vincula a la derecha.

Al contrario que Felipe González, su sucesor ha usado guante de seda con la huelga general. El primero no ocultó su enfado ante las cuatro que le cayeron, sobre todo, en la del 88, que a un paso estuvo de provocar un cisma familiar. En aquella etapa de ostentoso poderío, las protestas sindicales se despacharon oficialmente como fracasos. El contraste con la reacción gubernamental al 29-S es, pues, total. Ni asomo de acritud, ni un mísero reproche. El Gobierno se ha mostrado comprensivo, efusivo y amistoso. No ha querido dar cifras de seguimiento que pudieran molestar y el día después, De la Vega se retrataba junto a Méndez provista de una sonrisa profidén. Hízose la huelga, es decir, la gran putada, y aquí paz y después gloria. Tan amigos.

La actitud conciliadora del Gobierno resulta indicativa del frágil equilibrio de fuerzas del que depende Zapatero cuando ya ha tomado cuerpo la perspectiva de una cuantiosa pérdida de poder. Quedar a la intemperie es el destino que más teme un partido y no digamos sus dirigentes, que ven llegar, inexorable, el tiempo de la matanza pendiente. De ahí que el camino de la salvación posible transcurra por el intento de rehacer las relaciones con los grupos que pastorean a un rebaño en trance de dispersión. Todo un peligro ése, dado que Zapatero logró sus triunfos electorales al aglutinar en torno suyo a cuantos se identifican con la izquierda, incluido ese segmento volátil, minoritario, pero decisivo.

Curioso, irónico, que sea la economía la que haya abierto una brecha entre los que fueron activos y fieles sustentadores del zapaterismo. Y es que no encumbraron a Zapatero por su alternativa económica, prácticamente inexistente. Lo idolatraron por una retórica que revalorizaba la marca "izquierda" y una política de confrontación con la derecha, de hermanamiento con el nacionalismo y de beligerancia con los valores tradicionales. La economía les traía al fresco, como al propio presidente hasta hace poco. Y sospecho que nada ha cambiado en ese punto. No les incomodan la incompetencia y los engaños, ni el paro, la recesión, el déficit y todo ese galimatías. La traición de ZP consiste en haber sustituido el discurso sentimental asociado a una política económica de izquierdas por aquel que, bajo el signo de la austeridad, se vincula a la derecha. Veremos qué bálsamo, si alguno, dispensa para tal herida.

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