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Juan Ramón Rallo

Asfixiante anatocismo

Es lo que tiene querer vivir como un rico sin serlo: que en lugar de ahorrar para invertir y disfrutar de las rentas, nos endeudamos para consumir y ser aplastados por los intereses.

En más de una ocasión hemos hablado de las enormes virtudes de la capitalización, "la fuerza más poderosa del universo", en palabras de Einstein. Eso de que los intereses generen intereses, de que nuestra riqueza sea capaz de generar una renta con la que podamos crear nuevas fuentes de riqueza productoras de renta, es lo que ha permitido que los seres humanos hayamos dejado de recolectar frutas de los árboles para dominar la tierra, el mar, el aire y, en un futuro, el universo.

Sin embargo, el mismo principio que lleva al ahorrador individual a enriquecerse multiplicando su capital, también conduce al despilfarrador a la bancarrota dividiendo sus pertenencias. Si en lugar de convertir nuestros ahorros en patrimonio productivo dilapidamos nuestro patrimonio productivo para estirar un poco más nuestro insostenible consumo, estaremos viviendo unos años por encima de nuestras posibilidades para pasar a malvivir durante décadas muy por debajo. Porque lo peor de talar el árbol que nos da sustento con sus frutos no es que la leña que gastemos hoy no la podremos emplear mañana, sino que al cortar el árbol nos quedaremos sin todos sus frutos futuros.

El anatocismo –pagar intereses por los intereses pendientes de pago– no es más que eso: una progresiva tala de todos los recursos productivos de una economía. Robert Kiyosaki lo llamó la carrera de la rata: en lugar de poner el dinero a trabajar por nosotros, nos ponemos nosotros a trabajar por el dinero. Es lo que tiene querer vivir como un rico sin serlo: que en lugar de ahorrar para invertir y disfrutar de las rentas, nos endeudamos para consumir y ser aplastados por los intereses.

Zapatero ha convertido a todos los españoles en ratas que no pueden dejar de dar vueltas en la rueda de su deuda. En 2011 los intereses de los bonos del Tesoro español ascenderán a 27.500 millones de euros, el 2,5% del PIB. "Poca cosa", pensará alguno, "todavía nos quedan cientos de miles de millones de los que ir tirando. Bueno, quizá cambiemos de perspectiva si decimos que esa cantidad equivale al 23% de todos los ingresos tributarios del Estado central para 2011 y a casi el 20% de todos los impuestos que recaudaron el conjunto de las Administraciones Públicas el año pasado. Es decir, un quinto de todos los impuestos que ya estamos pagando van directos a cubrir la irresponsabilidad socialista de nuestros gobernantes.

¿Le sigue pareciendo poco? Pues espere unos años. Porque el anatocismo es lo que tiene: mientras no eliminemos el déficit público –y nadie sensato prevé que vaya a desaparecer en el próximo lustro– seguiremos pagando estos asfixiantes intereses mediante la emisión de nueva deuda. Intereses generan intereses, y mayores impuestos presentes cercenan nuestra riqueza futura. Lástima que nuestros políticos no hayan entendido ni el poder explosivo de la capitalización del ahorro –de los presupuestos austeros y de los impuestos bajos– ni el poder destructivo del anatocismo de la deuda –de los presupuestos descuadrados y de los impuestos confiscatorios. O quizá sí lo hayan entendido y les dé igual; los intereses de los intereses de sus juergas los pagamos nosotros, no ellos. ¿Para qué apretarse el cinturón?

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