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Lo indiscutible, sus alternativas y las clavijas de ZP

El resultado de la mezcla ideológica es una población envejecida, con escasa juventud y también escasa población activa. Añadan a eso la torpeza de los gobernantes en generar oportunidades para la actividad económica.

Opina dijo el día 18 de Diciembre de 2010 a las 04:56:

En este país hay 7 millones de inmigrantes, de los cuales sólo 1,8 millones cotizan. El resto vive de las ayudas sociales de las distintas administraciones tanto si ha cotizado y agotado la prestación por desempleo como si no. Hace 10 años que algunos venimos avisando de que éste y no otro iba a ser el "beneficio" que aportaría una inmigración de baja cualificación y procedente, en su mayor parte, del Tercer mundo y del mundo rural, entre la que destaca un fuerte contingente de musulmanes cada día más avezados vivir del Estado del Bienestar mientras les crece el odio hacia nuestra sociedad y valores en la misma proporción que decrece su intención de integrarse. Diez años avisando para nada, para llegar a esto y comprobar que aún teniendo ante las narices el problema, la mayoría sigue mirando hacia otro lado. Diez años advirtiendo que ningún país puede basar su crecimiento en la importación de cuanta más mano de obra barata mejor para dedicarla a sectores de la economía con escaso valor añadido y condenados a morir de éxito (construcción, por ejemplo). Lo único que hemos recibido a cambio de nuestros avisos han sido insultos y acusaciones graves, cuando no discursos sobre los enormes beneficios de la inmigración masiva. ¿Beneficios para quiénes? Indudablemente, para quienes se lucraron con la mano de obra sobrante y barata y para quienes se llevaron sustanciosas comisiones transfiriendo propiedades inmobiliarias a quienes no podrían pagarlas a medio plazo. O para quienes vendieron su piso a tiempo para poder irse de un barrio cada vez más ajeno y hostil. Pero los costes de esta inmigración son muy superiores y más lo serán cuando su numerosa prole pase a engrosar las listas de jóvenes sin oficio ni beneficio ni más futuro que el de vivir eternamente subsidiados y tentados en reproducir aquí lo que en Francia se ha conocido como el fenómeno de las "banlieues". Los beneficios han sido para unos pocos durante un corto número de años; los costes corren a cargo de todos, tanto en forma de lucro cesante como en su vertiente de demolición de un Estado del Bienestar que a duras penas empezábamos a edificar y a conocer (y no es que yo glorifique ese clase de estado, que digamos, pero no cuestiono el derecho a una vejez digna). Hace quince años la cosa tenía remedio, se podía haber apostado por fomentar actividades económicas con alto margen, que no necesitaran de mucha mano de obra, sino más bien de trabajadores y profesionales cualificados y muy cualificados. Mucho más acorde con las perspectivas del descenso de población autóctona y al mayor nivel formativo de los jóvenes de entonces. Se podía haber apostado por un sistema de pensiones basado en la capitalización y no en el robo piramidal. No habría hecho falta importar a medio Tercer Mundo, sino sólo a inmigrantes cualificados que trabajaran en óptimas condiciones y en sectores de futuro a medio y largo plazo. Se hizo todo lo contrario, se quiso competir en mano de obra barata y en precariedad con los países emergentes y con el mismísimo Tercer Mundo y lo que hemos conseguido es acercarnos a éste último a pasos agigantados.