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Gabriela Calderón

Coase y los fallos del Estado

En 1974, Coase escribe un ensayo titulado El faro en la economía en el que contaba cómo gran parte de los faros en Inglaterra (34 de 46) a principios del siglo diecinueve habían sido construidos y administrados por individuos.

Un economista inglés que en 1991 se ganó el Premio Nobel ha demostrado de manera contundente que la intervención estatal, con la justificación de corregir fallos del mercado, podría ser un remedio peor que la enfermedad en muchos casos y que varias cosas que hemos considerado como "bienes públicos" tal vez no lo son. Aprovechando que el 29 de diciembre de 2010 Coase cumplió 100 años, hoy quería contarles cómo este economista impactó en el estudio de la economía.

En cuanto a los faros: economistas desde John Stuart Mill en 1848 hasta Paul Samuelson en 1964 los habían utilizado como el ejemplo perfecto de un bien necesariamente público. Este último explicaba que ningún empresario lo construiría ya que no podría extraer un pago de cada usuario (la luz le cae a cualquiera que pasa por el faro sin discriminación). Pero en 1974, Coase escribe un ensayo titulado El faro en la economía en el que contaba cómo gran parte de los faros en Inglaterra (34 de 46) a principios del siglo diecinueve habían sido construidos y administrados por individuos. Que la literatura antes de su artículo haya sugerido que sin la intervención del Estado un sistema de faros hubiese sido imposible se debía según Coase a que ningún economista había hecho un estudio integral de cómo se habían financiado y administrado los faros a lo largo de la historia.

Sobre las frecuencias: en 1959 Coase cuestionó el poder de la Comisión Federal de Comunicaciones de EEUU señalando que esta coartaba la libertad de expresión en los nuevos tipos de medios (radio y televisión). Él proponía un sistema de derechos exclusivos sobre las frecuencias en el que las disputas entre los distintos propietarios se vayan resolviendo en las cortes de justicia, como se venía haciendo en EEUU hasta 1927, momento en el que se interrumpió este proceso evolutivo con la creación de la Comisión Federal de Radio.

En cuanto a los economistas: sobre ellos Coase ha dicho que parecen estar dispuestos a dar consejos sobre lo que saben muy poco aun cuando parecen ignorar las "verdades simples". Por ejemplo, "no se requiere de un gran conocimiento de economía para saber que a un precio más bajo, los consumidores comprarán una cantidad mayor. O para saber que si el precio cae, los productores estarán dispuestos a ofrecer menos". En Ecuador, las autoridades se quejan del crecimiento veloz de las importaciones de autos y de la contaminación causada por estos. No obstante, insisten en comprar caro el combustible y venderlo barato, promoviendo de esa manera el consumo del combustible y el uso (e importación) de autos. La verdad simple mencionada por Coase nos llevaría a concluir que en el caso de Ecuador sería más efectivo –para reducir las importaciones de autos y la contaminación– eliminar gradualmente el subsidio a los combustibles que aumentar los aranceles a los autos importados. El problema, reconoce Coase, es que gran parte de la gente "parece vivir en un mundo sencillo en el que cualquiera que piensa que los precios deberían subir es pro-industria y cualquiera que piensa que los precios deberían bajar es pro-consumidor".

Pero creo que Coase termina siendo optimista cuando dice "la demanda de tonterías parece estar sujeta a la ley universal de la demanda: demandamos menos de estas cuando el precio es más alto".

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