Cuando vemos las diferencias económicas que hay en el mundo, más de uno se preguntará: ¿por qué será que algunos países son pobres y necesitados mientras otros son ricos y poderosos? O, como la izquierda ha repetido incesantemente, ¿será que las circunstancias históricas y la escasez de recursos limitan el progreso de los países del Tercer Mundo? ¿O quizá será que el éxito de un país depende de las medidas específicas que tome el Gobierno? ¿Será que la clave del éxito está en el abstracto –pero poderoso– concepto de libertad?
Por más de 16 años, expertos en política y economistas de la Fundación Heritage han estado estudiando la relación entre la libertad económica y la prosperidad. Los autores han catalogado sus hallazgos en la publicación anual titulada Índice de Libertad Económica. El Índice analiza varios factores que incluyen: la presión fiscal, la facilidad para abrir un negocio, la transparencia y efectividad del sistema judicial y el nivel de corrupción, entre otros. Los autores del Índice encontraron que en sociedades con economías abiertas, los individuos son libres para trabajar, consumir e invertir como prefieran, además son libres de quedarse con una mayor parte del dinero, fruto de su trabajo. En pocas palabras, el Estado protege la libertad.
El miércoles 12 de enero se publicaron los datos para el año 2011 y revelan las condiciones económicas de más de 180 países –entre ellas, las economías de México, Sudamérica, América Central y el Caribe–. Los resultados para Latinoamérica son una mezcla de bueno y malo, con algunos países yendo por el buen camino mientras que se constata el terrible sufrimiento de otros países.
A la cabeza de la lista de las economías más libres están los asiáticos: Hong Kong, Singapur, Australia y Nueva Zelanda. Gracias a la buena y acertada política económica, el comercio ha florecido, abriendo las puertas a una mejor calidad de vida para sus ciudadanos. Pero en lado opuesto de la lista, ocupando los cinco últimos puestos se encuentran: Venezuela, Birmania, Eritrea, Cuba, Zimbabwe y Corea del Norte. En estos países, hay muy poca libertad económica, provocando en efecto un cierre de puertas a la inversión extranjera y complicando con ello el desarrollo económico. No es de extrañar el puesto de Cuba, país comunista donde la libertad brilla por su ausencia, dado el fuerte control del Estado y la enorme ineficiencia de la economía cubana debido entre otras razones a la estricta regulación del sector privado. Pero el caso de Venezuela, país exportador de petróleo, es terrible si pensamos que no hace mucho estaba entre los países más ricos de la región. Es el vivo ejemplo de la diferencia entre un buen o un mal gobierno en el poder y uno de los grandes peligros del populismo que tanta aceptación parece tener por esos lares.
Ocupando el puesto 31 del Índice encontramos a España que se salva de la quema debido al anuncio en 2010 de una reforma en el mercado laboral que abarata el despido y otorga mayor control organizativo sobre su fuerza laboral a los empresarios. Entre los grandes desafíos a los que España se enfrenta encontramos asuntos como mejorar el régimen fiscal, luchar contra el aumento de la corrupción, seguir liberalizando el mercado laboral y controlar el gasto público que constituye el 40% del PIB. España ha incurrido en enormes déficits fiscales y el imparable crecimiento de la deuda pública exige una administración pública que actúe con sensatez y regrese a un nivel de gasto sostenible.
La diferencia en la calidad de vida entre países de economías libres y economías reprimidas es evidente. Por ejemplo, el promedio del salario en países de economías libres es casi 10 veces más alto que en países de economías reprimidas. Este hallazgo confirma el argumento de los autores de que la prosperidad resulta en menos analfabetismo, mejor acceso a la educación y más atención sanitaria. En otras palabras, un Gobierno puede elegir adoptar medidas que respalden el desarrollo e incrementar las oportunidades para el pueblo. Por ejemplo, un país puede reducir la regulación empresarial para que la gente se anime la apertura de negocios. O el Estado puede decidir reducir algunos impuestos para que la gente pueda decidir por sí misma cómo gastar o invertir su dinero. Por ultimo, un país puede decidir fortalecer su sistema judicial y no tolerar la corrupción para así atraer la inversión extranjera.
Estas recomendaciones específicas contradicen los argumentos izquierdistas que nos dicen, por ejemplo, que los países latinoamericanos se encuentran en la pobreza por circunstancias históricas y por culpa del imperialismo. Si fuera ese el caso, Hong Kong y Singapur se encontrarían en la pobreza ya que ambos fueron colonias del Imperio Británico. Gracias a varios caudillos carismáticos, el llamado del populismo ha tenido una racha de éxito en muchas partes de Latinoamérica. Lamentablemente, muchos de los hermanos latinoamericanos están perfectamente dispuestos a entregar la libertad a cambio de la esperanza de que las cosas mejoren económicamente. Sin embargo, estos pueblos llevan décadas en ese compás de espera, nada mejora mientras solamente unos pocos disfrutan de la libertad y la prosperidad. Deberían servir de positivos ejemplos el caso de una economía liberalizada como Chile, en el puesto 11 del Índice, o el sorprendente avance al puesto 45 de Colombia como uno de los países que más mejoraron en el mundo gracias a las mejoras en tributación y regulación para la actividad comercial y la inversión. Y es que de la mano de la libertad económica viene la oportunidad económica.
La libertad es algo hermoso y, como los autores del Índice demuestran, tiene el poder de mejorar las condiciones de un pueblo entero.