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Juan Ramón Rallo

El complejo mundo de la Economía

Quizá con una excesiva dosis de ingenuidad, sí creo que una mejor formación económica contribuye, aunque sea marginalmente, a que disfrutemos de un orden social más libre y próspero.

Quizá con una excesiva dosis de ingenuidad, sí creo que una mejor formación económica contribuye, aunque sea marginalmente, a que disfrutemos de un orden social más libre y próspero.

La práctica totalidad de los teoremas de la ciencia económica van destinados a explicar el funcionamiento del mercado, esto es, de un orden complejo que en absoluto resulta fácilmente inteligible para el ser humano. Nuestras intuiciones económicas más primarias, fruto de una mente que ha sido incapaz de evolucionar al mismo ritmo al que lo ha hecho nuestro entorno, nos sugieren que toda la riqueza está dada, que por tanto una persona sólo puede enriquecerse si, al mismo tiempo, otra se empobrece, que las sociedades funcionan mejor si hay alguien que las está dirigiendo desde arriba, que un bien vale lo que ha costado producirlo, que en todo intercambio hay siempre una parte que engaña a la otra, etc.

Además, y por si nuestra resistencia natural a comprender la operativa de un mercado libre no fuera suficiente, la práctica totalidad de los economistas ha optado por encerrarse en su torre de marfil y construir modelos no ya incomprensibles para el público en general, sino deliberadamente alejados de la realidad. Milton Friedman, quien sentó las bases de la metodología de la economía, lo dejó bien claro:

Una hipótesis es importante si explica mucho con poco, esto es, si logra resumir los elementos cruciales de entre la masa de complejas y detalladas circunstancias que giran en torno a los fenómenos que deben explicarse y si permite hacer predicciones válidas sólo a partir de ella. Par ser importante, por consiguiente, una hipótesis debe ser descriptivamente falsa en sus supuestos; ni toma en consideración ni responde a ninguna del resto de múltiples circunstancias, pues su propio éxito demuestra que esas otras circunstancias son irrelevantes para el fenómeno que se intenta explicar.

En otras palabras, no sólo nuestra comprensión natural del mundo en el que vivimos es bastante deficiente, sino que además el esfuerzo intelectual que hemos pergeñado (profesión económica mediante) para entenderlo ha degenerado, a propósito, en confusión e irrealidad. A estas alturas creo que resulta bastante evidente que el capitalismo sólo ha sido capaz de sobrevivir a los muy arraigados sesgos intervencionistas del ser humano porque la utilidad que nos proporciona el mercado no depende de que sus usuarios comprendan hasta el último detalle de su complejísimo funcionamiento, basta con que se beneficien de él.

Sin embargo, qué duda cabe de que la demagogia liberticida supone una rémora y una amenaza para el mantenimiento del orden de mercado. Una rémora porque las supersticiones populares en todos los ámbitos –precios, competencia, dinero, distribución de la renta...– son el soporte último de disparatadas regulaciones y políticas estatales que padecemos; una amenaza porque esas supersticiones van permeando cada vez más a través de unas instituciones públicas que, bajo el pretexto del absolutismo democrático, ven cómo sus poderes están cada vez menos limitados.

Mal haríamos desde un periódico que se denomina con orgullo Libre Mercado si no tratáramos de mejorar esa pobre y deplorable comprensión sobre los mercados libres. Uno de los objetivos que desde el comienzo ha inspirado, y seguirá inspirando, mis columnas sobre actualidad económica ha sido el de lograr que una materia tan enrevesada como la teoría económica fuera más fácilmente accesible para el público profano. No obstante, no es en esas columnas donde corresponde desentrañar las interioridades de esa teoría económica, pues un comentario de actualidad sólo debería de ser eso: la aplicación de un conocimiento teórico preexistente a un acontecimiento reciente.

De ahí que me haya decidido a abrir este espacio para, pasa a paso y de manera espero que asequible, ir explicando cómo funciona el capitalismo o cómo no funciona el intervencionismo. Quizá con una excesiva dosis de ingenuidad, sí creo que una mejor formación económica contribuye, aunque sea marginalmente, a que disfrutemos de un orden social más libre y próspero.

Temas a tratar los hay abundantísimos y ya tengo una larga lista de comentarios pendientes; pero, aún así, para el mejor desarrollo de la sección me gustaría contar con la colaboración de ustedes, los lectores. Plantéenme a contacto@juanramonrallo.com cualquier duda o prejuicio que tengan contra la economía de libre mercado; en la medida de mis posibilidades intentaré resolverlas, esto es, trataré de explicar cuáles son los procesos económicos que tienen lugar en nuestras sociedades y que generalmente pasan desapercibidos a la simple primera mirada del ojo humano.

En Libre Mercado

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