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José T. Raga

Un agente poco de fiar

Señor ministro: ¿por qué no hace turismo en vez de hacer el ridículo? Usted lo pasaría mejor y nosotros no sentiríamos vergüenza.

Quizá pueda estar equivocado, pero le veo con pocas posibilidades de éxito. Me explicaré: lo primero que se exige para una mediación, esa que desarrollan los agentes y muy en particular los inmobiliarios, es la confianza con la que debe contar, tanto por parte de los vendedores como de los posibles compradores. Sin confianza, esa tarea mediadora deviene estéril.

Pues bien, esa confianza, necesaria para el desarrollo de la función de mediación, es precisamente de lo que carece el egregio Ministro de Fomento, Don José Blanco. A falta de mejor ocupación, y con cargo a los salarios y atribuciones de gasto que pagamos todos los españoles, ha decidido coger la maleta –como en su día hacían los representantes de conservas– y se ha ido al Reino Unido en un intento de vender apartamentos playeros a la población británica, siempre tan deseosa de nuestro sol, de nuestra temperatura y, en muchos casos, de nuestros mares.

Me lo imagina cargado con un arsenal de planos, de folletos, de listas de precios, de condiciones de venta, de posibles descuentos por cantidad, etc. etc. Yo, la verdad es que no tengo apartamento a la venta en zona de playa, pero, de haberlo tenido, habría considerado la oportunidad, que me ofrecía el señor ministro, como una de las alternativas a no tomar en cuenta a la hora de mi decisión.

¿Va a mentir el señor Blanco, también en este caso, como suele hacerlo en tantos otros? ¿Ocultará el ministro información significativa, de forma que induzca al comprador a un error irreversible en su decisión? Suponemos que la señora secretaria de Estado de Vivienda, que le acompaña, explicará a los británicos eso que tantas veces nos ha dicho a los españoles: que es el momento para comprar inmuebles en España. Porque, además de que en España no se ha producido la crisis, en estos momentos ya estamos saliendo de ella (sí, ya sé que es una contradicción, pero ésta pertenece al catálogo de las del presidente).

Quiero suponer, para el bien de ellos, que los británicos le harán el mismo caso que le hacemos los españoles. Y digo yo, ¿informará el ministro y su secretaria de Estado a los posibles compradores de que en España hay una Ley de Costas socialista (la de 28 de julio de 1988) y un reglamento que la desarrolla (de 1 de diciembre de 1989), por la que una propiedad privada en la playa, revestida de la máxima legalidad imaginable, puede convertirse en un objeto de dominio público, sin someterse a ningún procedimiento expropiatorio, y sin importar el tiempo transcurrido en el ejercicio de la propiedad, por la simple aplicación retroactiva de la mencionada Ley? Una ley con desprecio absoluto a la propiedad privada que es, precisamente, lo que el ministro trata de vender a los británicos.

Señor ministro: ¿por qué no hace turismo en vez de hacer el ridículo? Usted lo pasaría mejor y nosotros no sentiríamos vergüenza.

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