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Manuel Fernández Ordóñez

Irán y su central nuclear

El problema de Irán no es disponer de una central nuclear de la que tenemos conocimiento y sabemos inocua desde el punto de vista de la proliferación. El problema es que no ha sido capaz de convencer a la IAEA de que no tiene otras que desconozcamos.

El problema de Irán no es disponer de una central nuclear de la que tenemos conocimiento y sabemos inocua desde el punto de vista de la proliferación. El problema es que no ha sido capaz de convencer a la IAEA de que no tiene otras que desconozcamos.

Esta historia comienza en 1953. Ese año, por motivos que no vienen al caso, un golpe de estado derroca en Irán al presidente Mossaddeq, quedando el gobierno en manos del Sha de Persia, Mohammad Reza Pahlavi. El Sha llevó a cabo desde un principio una política abierta a Occidente y muy cercana a la colaboración con los Estados Unidos, lo cual se tradujo en múltiples acuerdos internacionales en diversos campos.

Por la misma época, el presidente Eisenhower pronunciaba en la ONU su famoso discurso de Átomos Para la Paz, sentando las bases para que la tecnología nuclear con fines pacíficos se desacoplara de los usos militares. Sin ir más lejos, cuatro años después, EEUU e Irán firmaban un acuerdo de cooperación en materia nuclear que incluía la construcción de un reactor experimental en Teherán y la venta del combustible nuclear necesario para el mismo.

Sin recelos ni sospechas, las cosas siguieron su curso en Irán. En 1968 firmaron el Tratado de No Proliferación Nuclear y en 1974 el Sha anunció su pretensión de instalar 23.000 MW nucleares porque "el petróleo es algo demasiado valioso para quemarlo". Con el propósito de desarrollar este ambicioso programa nuclear, Irán firmó contratos con Francia, Alemania y EEUU. La primera central se emplazaría cerca de la ciudad de Bushehr y sería construida por la compañía alemana KWU. Esta central dispondría de dos reactores nucleares de 1.200 MW construidos a imagen y semejanza de la central nuclear alemana de Biblis.

Este status de un Irán abierto a occidente, sin embargo, cambió radicalmente en febrero de 1979 cuando la revolución liderada por el ayatolá Jomeini consiguió instaurar en Irán una república islámica. Los acuerdos de cooperación internacional se congelaron y la construcción de la central de Bushehr (avanzada en un 80%) quedó en un punto muerto. El régimen de Jomeini, ante el vacío occidental, cambió de amigos y gravitó hacia Rusia y China, fraguándose una complicidad que aún hoy es patente en la propia ONU. No hace falta más que observar la perenne oposición de ambos países (con derecho a veto en el Consejo de Seguridad) a cualquier tipo de sanción hacia el régimen de los Ayatolás.

Las sanciones internacionales, la presión occidental y, sobre todo, la guerra entre Irán e Irak mantuvieron el programa nuclear iraní en el olvido durante varios años. Pero Irán no desistió y, en 1993, retoma los contactos con Alemania para finalizar la construcción de los dos reactores de la central nuclear de Bushehr. Ante la negativa germana, Irán acude entonces a Rusia que se compromete a terminar la construcción de ambos reactores en un plazo de cinco años. Sin embargo, la situación económica rusa después de la caída del muro, los retrasos en los pagos por parte de Irán y los problemas de inflación fueron retrasando el proyecto hasta esta misma semana. Después de muchos años, el 8 de mayo a las 11:12 de la mañana, uno de los reactores de Bushehr alcanzó la primera reacción en cadena autosostenida, la primera criticidad.

Era simplemente cuestión de tiempo, pero esta noticia llega después de una larga crisis diplomática con el régimen de Ahmadineyad que aún no se ha cerrado. Recordemos que en 2002 saltó el escándalo cuando un grupo de disidentes revelaron los planes nucleares encubiertos de Irán. Honestamente, la existencia de la central nuclear de Bushehr apenas supone un riesgo desde el punto de vista de la proliferación nuclear. La tecnología que utilizan estos reactores no es adecuada para producir armas nucleares puesto que el plutonio que se obtiene está demasiado "sucio" como para servir de materia prima en una cabeza nuclear.

No confundamos los términos. El problema de Irán no es disponer de una central nuclear de la que tenemos conocimiento y sabemos inocua desde el punto de vista de la proliferación. El problema de Irán es que no ha sido capaz de convencer al Consejo de Seguridad de la ONU ni a la IAEA de que no tiene otras instalaciones cuya existencia desconozcamos. Irán ha demostrado que no ha desviado ningún material nuclear inventariado hacia fines militares. Pero, a día de hoy, aún no ha sido capaz de demostrar que no tiene material nuclear oculto fuera del inventario. Su estrecha relación con la red nuclear clandestina de A.Q.Khan, las centrifugadoras compradas en el mercado negro a Pakistán y los contactos con Corea del Norte y Libia no ayudan, además, a generar el clima de confianza necesario. Ése es el problema de Irán... y el nuestro.

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