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¿La oferta crea la demanda?

Entre políticos y académicos, la filosofía keynesiana es lo universalmente aceptado. Sin embargo, sus repetidos fracasos en años recientes han dejado a los americanos buscando una explicación alternativa al keynesianismo.

berdonio dijo el día 30 de Septiembre de 2011 a las 13:08:

Si es de sentido común. Contra el vicio de pedir está la virtud de no dar. Si la demanda creara la oferta, bastaría con salir a la calle pidiendo a gritos lo que quisiéramos para que nos cayera del cielo como el maná. Pero no es así. Para poder exigir, antes hay que ofrecer algo valioso; y no papelitos. Los papelitos que imprimen alegremente los bancos centrales no valen, sólo generan inflación. Antes de pedir, hay que producir, porque se produce para consumir y no al revés. Es del más elemental sentido común.

Si la gente deja de gastar un dinero que no tiene en productos superfluos, la solución no es alimentar una suicida espiral de gasto público para reavivar ese comercio de relativos lujos con moneda progresivamente envilecida o retraimiento del más eficiente sector privado, sino fomentar el ahorro y el esfuerzo. El ahorro para que el consumo se dirija a bienes de inversión generadores de futura riqueza y el esfuerzo para que se trabaje más o se cobre menos.

Si las empresas disminuyen sus ventas, deberán bajar los precios, es decir, los empleados deberán producir más o cobrar menos (esfuerzo), y si aun así no es suficiente, cerrar y reestructurarse hacia sectores prioritarios. La clausura de un proyecto frustrado es el primer paso para la apertura de otro exitoso, de ninguna manera significa cesación irrecuperable de actividad, sino reasignación de recursos productivos. Por otra parte, para mantener el empleo y la producción no es necesario reanimar negocios ruinosos, sino que basta con no interferir en los libres acuerdos de empresarios y trabajadores.

La disminución de la demanda agregada es síntoma de saneamiento, de que se empieza a racionalizar el gasto y a buscarle mejores destinos; tratar de impedirlo es porfiar en un círculo vicioso sin salida.

Cuando se ha despilfarrado y extraviado escasos recursos hacia proyectos insensatos, merced a estímulos fraudulentos del poder político causantes de transitorias e injustificadas euforias, la única solución es el ahorro y el esfuerzo. No hay fórmulas mágicas ni caben nuevos estímulos al desastre aún más perniciosos.