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El cambio necesario

Reagan dijo en la campaña presidencial de 1980 la famosa frase: “Recesión es cuando su vecino pierde el empleo, depresión, cuando lo pierde usted y recuperación cuando Carter pierde el suyo”. Ganó, claro.

Reagan dijo en la campaña presidencial de 1980 la famosa frase: "Recesión es cuando su vecino pierde el empleo, depresión, cuando lo pierde usted y recuperación cuando Carter pierde el suyo". Ganó, claro. Cuatro años después, revocada la mentalidad keynesiana tan generalizada entonces como ahora, abría sus mítines con un "amanece de nuevo en América" y arrasaba a Mondale llevándose 49 estados de cincuenta. Había superado la estanflación, catalogada por los Stiglitz, Krugman, Roubini y demás Rogoffs de entonces, como económicamente imposible y mostraba a Occidente el camino a seguir. La economía progresó como nunca relegando el comunismo a la basura de la historia.

Hoy es aplicable otra de sus frases: "Dicen que el mundo es muy complicado para respuestas simples, se equivocan". Irving Kristol, padrino del neoconservadurismo, pero adalid del supply-side economics que acabó por aplicar Reagan, tenía otra versión: "Hace falta ser doctor en economía para no querer entender estas cosas". ¿Cuáles? Que nuestro presente es producto de la socialdemocracia llevada al extremo. Que de esta catástrofe sólo se sale enterrando políticas caducas y empobrecedoras, resucitando el crecimiento fundado en la libertad individual y la desconfianza del gasto público.

Tras tres años de Obama el desempleo americano sigue en el 9,1% y el crecimiento no llega al 1%. Pero no porque no se aplicaran radicalmente las recetas keynesianas dominantes tanto en el plano legislativo, los 800 mil millones del llamado estímulo, como en el monetario donde Bernanke hizo de todo. El Wall Street Journal afirma que trajeron los 3 presupuestos con mayores déficits en términos absolutos y en porcentaje de PIB (casi el 9%) "desde que Hitler aterrorizaba Europa". Y eso que el presupuesto americano estaba casi equilibrado (-1,2% del PIB) en 2007, tras siete años de Bush y con Afganistán e Irak a pleno rendimiento.

A la vista de la debacle, la encuestadora Rasmussen da como ganador en las presidenciales de 2012 al empresario de Georgia Herman Cain. A pesar de que Obama, amigo de los pobres, recibe 30 veces más donaciones. Cain destaca por su propuesta 9-9-9. Cifra que resume su código impositivo condensado en un tipo único para renta, sociedades, y ventas. Arthur Laffer, quien llevara a la Casa Blanca de Reagan la idea de imponer menos para recaudar más, está entusiasmado con el plan. Confirma que recaudaría los mismos 2,3 billones de dólares que el sistema actual, con la complejidad en menos y la justicia en más, y fomentaría la actividad.

Cain será el candidato Republicano o no, pero agotado el arsenal socialdemócrata, debilitadas nuestras sociedades y acabado el modelo keynesiano, es una alternativa. Reconquistar políticas de crecimiento, las únicas que pueden resolver el problema de la deuda pública acumulada, exige asumir el legado de los ochenta. Suele decirse que entonces Juan Pablo II, Reagan y Thatcher cambiaron el mundo. Hoy solo es comparable Benedicto XVI, pero puede que sea cuestión de esperar.

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