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Emilio J. González

La banca, a los pies de los caballos

Una de las sorpresas que ha deparado la última cumbre europea es la nueva exigencia de capital a la banca española y, más en concreto, que sean precisamente los bancos de nuestro país quienes tengan que realizar el mayor esfuerzo en este sentido.

Una de las sorpresas que ha deparado la última cumbre europea es la nueva exigencia de capital a la banca española y, más en concreto, que sean precisamente los bancos de nuestro país quienes tengan que realizar el mayor esfuerzo en este sentido. Un hecho sorprendente si tenemos en cuenta que la quita del 50% de la deuda griega representa una pérdida de casi 35.000 millones de euros para la banca francesa y de alrededor de 21.000 millones para la alemana. Pues, a pesar de ello, resulta que, según la Autoridad Bancaria Europea, los germanos sólo precisan 5.100 millones de euros para alcanzar un ratio de capital de la más alta calidad del 9%, mientras que los franceses necesitan 8.800 millones. En cambio, la banca española, que no toda, sino sólo los cinco grandes –Santander, BBVA, Caixa, Bankia y Popular–, que son los únicos que controla la UE, tendrá que conseguir 26.161 millones para alcanzar ese nivel. ¿Tan mal están nuestros bancos? Ni mucho menos. El problema es que, como me temía, un Zapatero que no es más que un zombi político es quien ha representado a España en esta cumbre europea y como ya no tiene capacidad política alguna de negociación el resultado ha sido que ha dejado a nuestro país, sus bancos y su economía a los pies de los caballos. Qué distintas hubieran sido las cosas si ZP no hubiera prolongado artificialmente la legislatura sólo para llegar como presidente del Gobierno al vergonzoso espectáculo de la mal llamada conferencia de paz del País Vasco, para tratar de atribuirse el mérito de haber acabado con ETA cuando no lo ha hecho y, encima, ha vuelto a humillar a las víctimas del terrorismo y a todos aquellos que en este país luchan por la democracia y la libertad.

El problema fundamental es que nuestros bancos están cargados de deuda pública española y, de repente, la Unión Europea ha decidido que hay que valorarla a precios de mercado, como si España fuera un país insolvente e incapaz de pagar lo que debe, que no lo es. Zapatero tenía que haber defendido esto a capa y espada, pero no lo ha hecho por incapacidad política y personal, y sospecho que también para dejarle al PP otra bomba de relojería. El caso es que, como consecuencia de ello, los bancos van a tener que volver a recapitalizarse, cuando ya lo estaban, lo que va a implicar una nueva contracción del crédito en unos momentos en los que los principales indicadores de coyuntura económica apuntan a que estamos entrando en una nueva recesión. En estas circunstancias, ¿quién va a financiar a las empresas que aún quedan en nuestro país, sobre todo a las pequeñas y medianas? ¿Cómo van a poder sobrevivir éstas sin un crédito bancario que financie sus necesidades de capital circulante? Pues muy difícilmente, con lo cual la recesión en la que estamos entrando va a ser innecesariamente más dura y profunda, más destructora de empresas y de empleos, de lo que debería haber sido. Y todo porque Zapatero se ha empeñado en permanecer en La Moncloa hasta la fecha que le ha parecido más conveniente a la espera de la maldita conferencia de paz, en lugar de haberse marchado hace mucho tiempo, como debía haber hecho. Si buscaba un puesto en la Historia, ya lo tiene: el del dirigente que más ha hecho por destruir un país y su economía.

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