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EDITORIAL

Los griegos tienen que saber a lo que se exponen

Ya va siendo ahora que todos asumamos la realidad, tal y como es, y que nos dejemos de huidas hacia adelante. Si los griegos no quieren los ajustes que le impone la UE, que sea su autentica realidad financiera la que se los imponga.

El primer ministro griego Yorgos Papandreu ha sorprendido a propios y extraños con su hipócrita e irresponsable decisión de someter a referéndum la aceptación o no de las medidas de ajuste contempladas por el plan de rescate a Grecia recientemente aprobado por la Unión Europea, por el que se le va otorgar una nueva línea de crédito barato valorado en 130.000 millones de euros y a condonar el 50% de la deuda contraída con acreedores privados. Decimos que la decisión de Papandreu es hipócrita porque ni a él ni a ninguno de sus antecesores se le ocurrió "consultar al ciudadano, directamente y sin intermediarios" cada vez que incrementaban el endeudamiento de sus compatriotas con un despilfarro público que incluía también la corrupción y el falseamiento de la contabilidad nacional.

Por mucho que Papandreu envuelva su decisión con los ropajes de la democracia, lo ético, democrático y ejemplar sería haber consultado a los ciudadanos cuando se les endeudaba, y no ahora, cuando los acreedores exigen una mínima garantía de que se les va a devolver algo de lo que prestaron y van a seguir prestando. Lo ejemplar sería también consultar a los ciudadanos que están sufragando esos planes de rescate si están o no de acuerdo en que de sus bolsillos siga saliendo coactivamente dinero en favor de una clase política adicta al endeudamiento.

Es precisamente por ello por lo que las autoridades de la UE no debían achantarse ante el órdago de Papandreu, sino aceptarlo –eso sí- con todas sus consecuencias. La UE puede y debe convertir esa consulta respecto a las medidas de ajuste en una consulta respecto a si los griegos aceptan o no que a Grecia se le cierre a cal y canto el crédito institucional, y probablemente privado, a partir de ahora y con carácter indefinido. Parte de la "gran incertidumbre", a la que se refiere acríticamente la agencia de calificación de riesgos Ficht, respecto a "las consecuencias que tendría un resultado negativo" en el referéndum, es lo que le ha permitido precisamente a Papandreu marcarse su órdago, confiando en que, si los griegos votan negativamente al plan de ajuste, la UE se avendrá a facilitarles condiciones aun más ventajosas en un nuevo plan de rescate.

Si por el contrario, la UE hubiera dado certeza a Papandreu en que votar "No" al plan de ajuste significa, lisa y llanamente, la expulsión de Grecia de toda línea de crédito y ayuda con la que se dotan los países integrantes del euro, dudamos mucho que se hubiera planteado este referéndum. No faltarán quienes argumenten que esa firmeza, por parte de la UE, abocaría a Grecia a la suspensión de pagos, lo que se traduciría en enormes pérdidas al resto de países que son sus acreedores. Sin embargo, Grecia ya está, en realidad, en suspensión de pagos, y cuanto antes todos asuman esa realidad, antes se pondrán en funcionamiento los mecanismos que la puedan verdaderamente mejorar. Los planes de rescate, en realidad, no han servido para mejorar esa realidad sino para encubrirla.

Nos tememos, sin embargo, que Papendreu pueda salirse con la suya. Al fin el cabo mucha culpa de la irresponsabilidad de estos gobernantes manirrotos corresponde también a quienes se la han consentido. La unificación monetaria europea se hizo sobre la base de criterios de convergencia poco exigentes que, para colmo, desde hace muchos años se vienen incumpliendo de manera sistemática. Ya va siendo ahora que asumamos la realidad, tal y como es, y que nos dejemos de huidas hacia adelante. Si los griegos no quieren los ajustes que le impone la UE, que sea su autentica realidad financiera la que se los imponga.

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