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Emilio J. González

Problema de intervención, problema de liquidez

Las turbulencias que se están viviendo esta semana han reabierto la cuestión de si España necesita o no un rescate. Por supuesto, hay especuladores que empiezan a apostar por ello pero, ¿es realmente tan mala la situación económica de nuestro país?

Las turbulencias que se están viviendo esta semana en los mercados europeos de deuda pública han reabierto la cuestión de si España necesita o no un rescate. Por supuesto, hay especuladores que empiezan a apostar por ello pero, ¿es realmente tan mala la situación económica de nuestro país? Probablemente no si cuando llegue el PP al poder no se encuentra en los cajones y debajo de las alfombras ingentes cantidades de facturas sin pagar.

Hoy por hoy, los datos de déficit y deuda españoles siguen aún en el umbral de lo manejable. Aún no sabemos cómo terminará el año en términos de desequilibrio de las cuentas públicas. Lo que por ahora está claro es que no se va a cumplir la previsión del 6% del PIB del Gobierno de Zapatero porque la economía va a crecer casi la mitad menos de lo que estimó el Ejecutivo y, como no se ha llevado a cabo recorte alguno del gasto público para adaptarse a este nuevo escenario, lo más probable es que el déficit se sitúe en el entorno del 7% o algo más. La cifra, desde luego, no es buena, pero es manejable incluso en el escenario de recesión que, con toda probabilidad, va a caracterizar a este trimestre y al siguiente. En cuanto al nivel de deuda pública, éste estará en el entorno del 70% del PIB, que también es un porcentaje que se puede gestionar. La clave residirá en si el Gobierno del PP, nada más tomar posesión, anuncia un recorte tan inmediato como drástico del gasto público, sin esperar tan siquiera a conocer la verdadera situación presupuestaria que heredará de Zapatero, que seguramente será un desastre. Pero si realiza ese anuncio, para ejecutarse de forma inmediata, y además también inicia rápidamente las reformas del mercado de trabajo y del sector financiero, entonces el déficit podrá empezar a corregirse rápidamente y los mercados reducirán bastante la presión a la que están sometiendo a la deuda española. En consecuencia, la intervención de España, en la forma en que se ha hecho con Grecia, Irlanda y Portugal, no será necesaria.

Otra cosa son los problemas de liquidez. En los primeros meses del año próximo vencen alrededor de 200.000 millones de deuda pública y podría ser que no hubiera mercado para colocar tanto papel. Entonces España necesitaría alguna especie de crédito puente por parte del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera o del Fondo Monetario Internacional. Pero, no confundamos las cosas, eso no es una intervención sino, como digo, un problema de liquidez que no debería poner en cuestión ni la capacidad de pago de lo que debemos ni la voluntad del próximo Gobierno de afrontarlo. Por ello, alguien en los mercados puede estar equivocándose de nuevo, como lo hizo al confiar en Grecia hasta que la situación ya fue insostenible. Que en la subasta de letras del pasado martes la demanda de títulos casi triplicara a la cantidad que finalmente adjudicó el Tesoro prueba que, en realidad, la desconfianza de los mercados hacia nuestro país no es tanta.

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