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José García Domínguez

La tijera catalana

Un pensionista alemán gasta al año un cuarenta por ciento menos en medicamentos que sus pares españoles. Inopinada mesura del dispendio farmacéutico que algo tendrá que ver con la ausencia del gratis total, la barra libre y el viva Cartagena.

Argucias de político viejo. "Yo no introduciré el copago en la sanidad", clamó una y otra vez el aún aspirante en la campaña. Obvió mencionar, no obstante, un pequeño detalle baladí. A saber, que en ningún caso podría hacerlo. Y ello por una razón bien simple: el asunto resulta ser competencia de las Comunidades Autónomas. En cambio, lo que sí correspondería al nuevo Gobierno sería echar un vistazo somero a la deuda pública –y privada– a amortizar tan pronto como ya, durante 2012. En cifras redondas, 300.000 millones de euros. Y ahí no hay copago que valga. O el Reino de España abona religiosamente ese montante, o habrá que ir pensando en empeñar los Goya del Museo del Prado.

Así las cosas, tampoco estaría de más ojear algunas estadísticas comparativas. Por ejemplo, las que acreditan que un pensionista alemán gasta al año un cuarenta por ciento menos en medicamentos que sus pares españoles. Inopinada mesura del dispendio farmacéutico que algo tendrá que ver con la ausencia del gratis total, la barra libre y el viva Cartagena que retrata a nuestro sistema. En idéntico orden de perplejidades, el copago de la asistencia médica, un tabú innombrable a este lado de los Pirineos, es norma, sin embargo, en naciones tan misérrimas y depauperadas como Francia, Alemania, Suecia o Bélgica. Lugares todos ellos donde el "ticket moderador" que acaba de anunciar Artur Mas lleva años de implantación sin escándalo aparente de nadie.

Recuerdo a ese propósito la primera –y última– ocasión en que un miembro del tripartito catalán concedió suplicar perdón por sus pecados. Fue a cuenta de la única medida de aquella banda del Empastre que no tenía por objeto abundar en la masturbación identitaria. Marina Geli, la entonces consejera de Sanidad, pidió públicas excusas por haber mentado lo proscrito: la verdad. Y es que a la buena señora se le había ocurrido postular el pago de un euro por visita médica. Inapelable, su coartada fue que la Seguridad Social iba de cabeza hacia la quiebra cierta. Corría el año 2004, tiempos todavía de vino y rosas. Por lo demás, Geli tuvo suerte: por poco, pero no la cesaron. De lo del euro, naturalmente, no se volvió decir ni una palabra. Hasta hoy.

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