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EDITORIAL

Un acuerdo previsible e insuficiente

La cumbre arroja el mismo aire de insuficiencia e inconsistencia previo a los espasmos que se llevaron por delante los gobiernos griego e italiano, la sensación de que en realidad el acuerdo consiste en un sálvese quien pueda.

No hacía falta que el Reino Unido se negara a aceptar la propuesta franco-alemana para constatar que la última cumbre deja en el aire tantos interrogantes y la misma sensación de provisionalidad que las precedentes desde el comienzo de la crisis financiera. Parece obvio que las hipotéticas soluciones planteadas por Merkel y Sarkozy están diseñadas para los países del euro y que la receta de perder aún más soberanía puede no ser precisamente la mejor para las economías con divisa nacional. Por no hablar del tradicional euroescepticismo británico cuyos vínculos transatlánticos son más estrechos que los establecidos a través del Canal de la Mancha. En cierto modo, el Reino Unido es un socio cuya voz y voto son siempre los de quien está notoriamente a disgusto en un club en el que los demás también tienen voz y voto. Con la perspectiva de las experiencias griega, portuguesa e irlandesa, puede que las prevenciones inglesas sean más razonables de lo que a simple vista parece.

Tampoco es determinante el plante británico a la hora de certificar la división europea, esa definición de las dos velocidades que aún pueden ser más en función de la incorporación de la periferia oriental. En ese contexto, el reto de España de instalarse a rebufo de Alemania en el vagón de cabeza requerirá la aplicación a rajatabla de una disciplina fiscal y presupuestaria inédita en un país troceado y repartido en subestratos administrativos cuya única lógica es el despilfarro de los recursos públicos. Si cumplir con los criterios de la moneda única fue definido como el "milagro" español, reengancharse a la Europa germana requerirá algo más que un simple hecho sobrenatural, tal es el deterioro de la economía española tras años de sufrir una letal combinación de la crisis con la pavorosa incompetencia de Zapatero y sus ministros. Y para la agenda de Rajoy, como para la de los mercados, la última cumbre supone lo ya descontado, que los planes de Merkel y Sarkozy son la última oportunidad para el proyecto del euro, a pesar de que, como es costumbre, la aplicación de las medidas urgentes se somete a los tiempos desesperadamente lentos de la política. Así, la cumbre arroja el mismo aire de insuficiencia e inconsistencia previo a los espasmos que se llevaron por delante los gobiernos griego e italiano, la sensación de que en realidad el acuerdo consiste en un sálvese quien pueda que encaja, por otra parte, con el colapso de la idea política de Europa.

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