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EDITORIAL

Madrid, camino de libertad

Quienes más defienden que no es asunto de nadie más, y menos del Estado, lo que hagan con su bragueta dos adultos que consienten son quienes más se esfuerzan en que los Gobiernos prohíban lo que hagan esas mismas personas con su cartera.

Ya celebramos en su día el anuncio del Gobierno de la Comunidad de Madrid de simplificar los trámites para la apertura de nuevos comercios y liberalizar completamente los horarios para los establecimientos de menos de 750 metros cuadrados. Pero incluso entonces ya teníamos confianza en que "lo próximo habría de ser la completa desregulación de los horarios comerciales". Y así acaba de anunciarlo el Ejecutivo de Esperanza Aguirre.

Las regulaciones comerciales rara vez benefician al consumidor sino a los intereses creados. En España, las restricciones de horarios y de apertura de nuevos establecimientos –especialmente si son grandes superficies– se han adoptado siempre con la excusa de proteger al pequeño comercio, recurriendo a la vieja retórica del pez grande que se come al chico, que siempre suele ser acogida con aplausos por el respetable.

Sin embargo, las palabras se diluyen como un azucarillo cuando se colocan al lado del hecho ineludible de que mientras sólo algunos ciudadanos viven del comercio, y aún menos del pequeño comercio, todos son clientes. Y las ventajas para quienes tienen horarios de trabajo incompatibles con las compras en los horarios comerciales actuales son indudables, y nadie que no quiera caer en ridículo lo niega.

Existe una única objeción de los comerciantes que tiene sentido, y es la mayor dificultad que tienen los pequeños negocios para adaptarse a un horario de apertura más amplio con las enormes restricciones que impone la legislación laboral, en comparación con los grandes establecimientos. Pero la solución a este problema no consiste en imponer una moratoria a la libertad de comercio, sino en ampliar la libertad laboral con medidas como la legalización de los minijobs, tal y como ha hecho Alemania.

En el fondo, el verdadero freno para una completa libertad comercial, y laboral, es el empeño de tantos en contra de que hagamos lo que queramos en las materias que atañen a nuestros bolsillos. Curiosamente, quienes más defienden que no es asunto de nadie más, y menos del Estado, lo que hagan con su bragueta dos adultos que consienten son quienes más se esfuerzan en que los Gobiernos prohíban lo que hagan esas mismas personas con su cartera. Pero la libertad es una, y hay que defenderla en su totalidad.

En Libre Mercado

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