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Carlos Rodríguez Braun

De brutos y arrodillados

Cuando el señor Mayor Zaragoza reclama que no estemos más de rodillas ni acosados por los mercados se está inventando un mundo liberal que no existe: lo que existe es el poder, y ante él sí que estamos sometidos.

Cuando el señor Mayor Zaragoza reclama que no estemos más de rodillas ni acosados por los mercados se está inventando un mundo liberal que no existe: lo que existe es el poder, y ante él sí que estamos sometidos.

Escribió Ignacio Ramonet en Le Monde Diplomatique: "La Unión Europea es el último territorio en el mundo en el que la brutalidad del capitalismo es ponderada por políticas de protección social. Eso que llamamos Estado de bienestar. Los mercados ya no lo toleran y lo quieren demoler. Esa es la misión estratégica de los tecnócratas que acceden a las riendas del Gobierno merced a una nueva forma de toma de poder: el golpe de Estado financiero".

No está mal para empezar el año. Veamos. Ignacio Ramonet, el admirador de Fidel Castro y su dictadura comunista, habla de la brutalidad... del capitalismo. Esta contradicción no parece haber atraído su atención. Asimismo, si algo define la brutalidad es la coacción, puesto que sólo muy excepcional y patológicamente son brutales las relaciones contractuales voluntarias entre los seres humanos libres. Entonces, si la coacción es censurable, no se entiende por qué a don Ignacio no le parece censurable el Estado de bienestar, que se define esencialmente no porque protege sino porque es coactivo: no podemos elegir no pagarlo. El que el Estado sea un poder análogo a "los mercados" es también una afirmación cuestionable, precisamente porque ningún mercado puede quitarle el dinero a la gente por la fuerza. Y es insostenible la idea del señor Ramonet de que los mercados demuelen el Estado de bienestar a través de los tecnócratas que dan golpes de Estado financieros. Nada de esto se tiene en pie: las finanzas de por sí no dan golpes de Estado (mucho menos las finanzas privadas), lo hacen los políticos y los militares; los tecnócratas no gobiernan de modo diferente de los no tecnócratas, como se ve ahora, donde todos los políticos de todos los partidos de todos los países, tecnócratas o no tecnócratas, de izquierdas y de derechas, suben los impuestos. ¿Para qué? Pues para mantener ese mismo Estado de bienestar que según don Ignacio va ser destruido por el empuje estaticida de los siniestros mercados.

Dirá usted: no se puede desbarrar más. No sé yo. En El País escribió don Federico Mayor Zaragoza: "En la década de los ochenta se aceptó sustituir los principios democráticos por las leyes mercantiles... Ni un día más de rodillas. Ni un día más acosados por los mercados. La política debe alzarse. Hay que liberar a los políticos del acoso actual de los mercados".

Pero a partir de la década de los ochenta lo que hubo fue más democracia que nunca. Y no más mercado. El intervencionismo no se redujo en ninguna parte, ni el gasto público, ni los impuestos, ni las regulaciones, ni las multas, ni las prohibiciones, ni las copiosas intrusiones de la política y la legislación en la vida de los ciudadanos. Cuando el señor Mayor Zaragoza reclama que no estemos más de rodillas ni acosados por los mercados se está inventando un mundo liberal que no existe: lo que existe es el poder, y ante él sí que estamos sometidos. En fin, una buena noticia para don Federico. Si lo que ansía es aún más coacción, más política y menos mercado, es decir, menos libertad para que los ciudadanos dispongan de lo que es suyo, eso es lo que tendrá. Muchas felicidades.

En Libre Mercado

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