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Emilio Campmany

Al fin, la izquierda auténtica

Para el Gobierno, todo este conjunto de imaginativas medidas tiene una enorme ventaja. Han dejado sin discurso político a Cayo Lara, que lleva meses diciendo que, para salir de la crisis, lo que hay que hacer es subir los impuestos.

En el pobre argumentario del nuevo Gobierno está el de que han subido los impuestos defraudando su promesa electoral porque no había más remedio que hacerlo ante el desfase presupuestario que ocultó el Gobierno de Zapatero y al que hay que hacer frente. Pobrecitos, que Zapatero no les deja cumplir sus promesas electorales. Mentira cochina.

No sólo se nos dijo que no iban a subir los impuestos, sino que hacerlo era contraproducente porque restaría capacidad de consumo a los contribuyentes, perjudicaría a la actividad económica y, a la larga, haría disminuir la recaudación. Se supone que creían en eso. Pues no debe de ser así cuando, enfrentados al primer problema presupuestario, lo que se les ocurre es subir los impuestos.

Por lo tanto, no se trata de un simple incumplimiento electoral. Se trata de que se nos han presentado como defensores de una teoría económica que, acertada o equivocada, decían que era la suya. Ahora resulta que en realidad no creen en ella. Más bien, con sus obras, lo que demuestran es creer en las más viejas recetas de la izquierda. ¿Y para esto se han ido a fichar al "gran De Guindos"? Para esto sobraba incluso Miguel Sebastián o Jordi Sevilla y se hubiera bastado y sobrado Alfonso Guerra.

Más sangrante que la subida del IRPF, ha sido la del IBI. Por lo visto, los Ayuntamientos no tienen un duro. La solución de De Guindos es de un ingenio deslumbrante, subir el impuesto que recaudan los ayuntamientos y cuya regulación depende del Gobierno. Y eso lo hacen la semana en que se produce el relevo en el Ayuntamiento de Madrid, que nos ha dado ocasión de ver en todas las televisiones los lujos que allí gastan para que los concejales madrileños se sientan como si fueran grandes chambelanes de Borduria o de Syldavia.

Si ayuntamientos y comunidades autónomas tienen problemas presupuestarios, que gasten menos. Y si no quieren disminuir el gasto social, que supriman los que no tengan ese carácter. A sindicatos y patronales les van a bajar un veinte por ciento las subvenciones. Y, no siendo eso suficiente, ¿por qué no se las bajan más? ¿Por qué siguen gastando a manos llenas las televisiones públicas? ¿Por qué siguen subvencionando los más insólitos eventos? Lo primero que nos dijo el nuevo ministro de Educación, Cultura y Deportes es que acabaría con la cultura de la subvención, pero no con la subvención a la Cultura, cuando lo apremiante, desde el punto de vista presupuestario, es justamente lo contrario.

Ahora, eso sí, para el Gobierno, todo este conjunto de imaginativas medidas tiene una enorme ventaja. Han dejado sin discurso político a Cayo Lara, que lleva meses diciendo que, para salir de la crisis, lo que hay que hacer es subir los impuestos. Ahora, lo único que podrá decir el viejo comunista es que hay que subirlos más. Que a nadie le extrañe que vuelvan a hacerle caso.

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