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¿Es malo reducir el déficit en plena recesión?

Poner fin tan rápido como sea posible al incremento de nuestras deudas y de las distorsiones que éstas introducen en la economía real y en la financiera tendría que ser una prioridad de cualquier Gobierno responsable en tiempos de crisis.

eltete dijo el día 29 de Enero de 2012 a las 23:11:

Si con cierta frecuencia es conveniente cuestionar en qué se gasta y plantearse la conveniencia o no de un gasto determinado, en epocas de crisis mas todavía; es una cuestión de adaptación continua a las nuevas circunstancias que cambian por minutos.

Por ello simplemente hay que reasignar y priorizar los gastos de acuerdo a las posibilidades reales de cobro en un entorno en que se reducen las ventas o los precios de venta.

Si los recursos disponibles se destinan a financiar o producir excedentes y perdidas no se pueden utilizar para financiar posiciones creativas de riqueza, de futuro para todos, simplemente se demora el reconocimiento del problema que, antes o después, requerirá reasignar y priorizar gastos porque los recursos disponibles, siempre limitados, se han reducido como consecuencia de utilizarlos inadecuadamente

Todo sistema cuanto más rígido es menos flexible, por tanto tiene menos posibilidades de adaptarse de forma continua a las nuevas exigencias de la sociedad, por tanto acumula mas conflictos latentes, que terminan por aflorar cuando nadie lo desea, creando lo que bien podríamos llamar una explosión social.
Sólo beneficios recurrentes generan crecimientos del PIB, empleo

eltete dijo el día 29 de Enero de 2012 a las 22:28:

Hay que cortar rápidamente las perdidas y dejar correr los beneficios; los beneficios recurrentes generan crecimientos del PIB

payne dijo el día 28 de Enero de 2012 a las 10:37:

Compruebo con satisfacción que el Sr. Rallo sigue las teorías económicas de la Escuela Austríaca, las que se han demostrada más acertadas en sus explicaciones y predicciones en economía política.
Efectivamente, lo primero que hay que hacer, sin más dilaciones, es reducir el gasto público superfluo, innecesario, prescindible, etc., que no es poco. Sólo hay que coger un periódico y ver las noticias que nos ofrece. La mayoría de ellas hacen referencia a actividades que suponen, en todo o en parte, financiación pública, y a la que la mayoría de los lectores, si pudieran decidir libremente, no aportarían ni un solo euro de sus impuestos. Pero, incomprensiblemente, nos debemos de engañar pensando que quien paga es otro y, por tanto, no guardamos nuestra irritación hasta las próximas elecciones.
En segundo lugar, debemos convencernos de que el sector público debe reducirse lo más posible en favor del privado, porque nadie va a poner más interés en defender unos recursoso que su propio dueño, mientras que los recursos públicos, arrancados de nuestros bolsillos, siempre serán gestionados con un grado de ineficiencia mucho mayor ("porque no son de nadie", según dijo sin sonrojarse la ministra socialista Calvo). Y hablo de ineficiencia en el mejor de los casos, porque en el peor haý que hablar de despilfarro o de corrupción desaforados.
Lo más grave es que si en el sector privado una inversión errónea se interrumpe pronto, por ser inviable económicamente y, por tanto, insostenible en el tiempo, en el sector público el despilfarro, la inversión errónea, improductiva, de recursos se puede mantener eternamente, siempre que haya capacidad recaudatoria que restituya los ingenetes recursos que día a día se continúan quemando esterilmente o que permiten pegarse la gran vida a cuatro mamones.