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Mas se inventa impuestos y oculta gastos para justificar sus balanzas fiscales

La Generalidad cambia sus propios criterios y realiza contabilidad creativa para mantener el discurso victimista contra el Estado.

Luis del Pino con Francisco Caja

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Según el método más empleado para realizar estos cálculos, Cataluña recibió del Estado en 2009 4.150 millones más de lo que aportaron sus ciudadanos vía impuestos. En su presentación de las balanzas fiscales ante los medios, el pasado 12 de marzo, al consejero de Economía de la Generalidad, Andreu Mas-Colell, se le olvidaron las tablas que reflejan el balance real o el de la Seguridad Social. Y para que el resultado fuera más favorable a sus postulados, el Gobierno catalán se inventó un impuesto que simula el pago del déficit del Estado.

Posiblemente, usted no haya escuchado nada de esto en los últimos días, pese a las continuas exigencias de transparencia de los políticos nacionalistas. Por eso, Convivencia Cívica Catalana (CCC) ha publicado este lunes su informe Las trampas de la balanza fiscal de Cataluña (ver documento adjunto), en el que analiza cómo se llevaron a cabo los cálculos que con tanta solemnidad presentó el señor Mas-Colell y qué se esconde tras ellos. Posiblemente, la mayoría de los ciudadanos de Cataluña, que han visto en sus periódicos y sus televisiones públicas cientos de artículos sobre la rueda de prensa del consejero de Economía, no se enterarán de ninguna de las conclusiones de este informe.

Un concepto discutido

El nacionalismo catalán ha decidido situar el tema de las balanzas fiscales en el centro de su discurso político. La argumentación es sencilla y llega fácilmente al electorado. Por eso, tanto el anterior Gobierno tripartito de la Generalidad como el actual Ejecutivo de Artur Mas han repetido una y otra vez que los catalanes aportan a la caja común, a través de sus impuestos, mucho más de lo que reciben del Estado.

El concepto de balanzas fiscales es muy discutido por los expertos por muchas razones. Para empezar, es muy complicado establecer cuántos impuestos se generan en un territorio: por ejemplo, una empresa catalana que vende en toda España pagará el IVA en su lugar de residencia aunque ese impuesto en realidad lo pague un consumidor de Sevilla. Tampoco es sencillo determinar a quién beneficia la inversión del Estado: por ejemplo, las oficinas comerciales en el exterior, que fomentan las exportaciones, son mucho más útiles para las regiones ricas e industriales (como Cataluña) que para aquellas menos desarrolladas o centradas en el turismo. Así, ¿cómo imputar el presupuesto de la delegación del ICEX en Shanghái?

Además de estas cuestiones de orden técnico, existen otras razones para cuestionar la oportunidad de las balanzas fiscales. Para empezar, habría que pedir a la Generalidad que se aplique a sí misma lo que pide a los demás. Los políticos nacionalistas siempre hablan de transparencia cuando apelan a la publicación de las balanzas fiscales. Sin embargo, nunca ninguno de ellos ha pedido que se publiquen estas mismas tablas para Barcelona, Gerona, Lérida o Tarragona. Probablemente, los barceloneses aporten entre el 85 y el 90% de los ingresos de la Generalidad. Sin embargo, la inversión del Gobierno catalán en esta provincia posiblemente no supere el 60%. Según los peculiares criterios de CiU o ERC, esto sería un expolio fiscal de manual. Ellos tienen las cifras de las cuentas de la administración autonómica. Podrían publicarlas mañana, para demostrar la injusticia que se ejerce sobre los ciudadanos de Barcelona. Pero nunca se han planteado esta alternativa y sus adversarios políticos nunca se lo han exigido.

En segundo lugar, habría que recordar a los políticos nacionalistas que los territorios no pagan impuestos, lo hacen las personas. El sistema fiscal actual se basa en que los que más tienen más pagan. Esto puede gustar más o menos, pero es así en toda España. De esta manera, un extremeño y un catalán con 100.000 euros de renta pagan los mismos impuestos. Y el Estado paga la misma renta a un barcelonés en paro que a un sevillano en la misma situación. Si se hacen las balanzas fiscales, casi siempre saldrá que los ricos pagan más de lo que reciben. Por ejemplo, los habitantes del barrio de Sarriá seguramente paguen muchos más impuestos que inversiones reciban (porque, además, muchos de ellos tienen sanidad y educación privada, por ejemplo). De nuevo, si se lleva hasta el final la lógica nacionalista, lo que habría que hacer es devolver en servicios a cada familia lo que ésta aporte en impuestos al Estado o a su comunidad autónoma. ¿Es eso lo que quieren CiU y ERC?

Las trampas de Mas

Hasta aquí, hemos presentado los argumentos teóricos generales contra las balanzas fiscales. Son las razones lógicas que llevan a pensar que en realidad a los políticos catalanes en realidad no les importan tanto los impuestos que pagan sus ciudadanos como encontrar una justificación victimista más contra España. Además, es una excusa muy recurrente para explicar por qué Cataluña es una de las regiones con una deuda y un déficit públicos más elevados o para defenderse cuando llega el momento de los recortes.

Además, desde este lunes, existe un motivo aún más claro para dudar de la buena voluntad de los indignados responsables públicos nacionalistas. Convivencia Cívica Catalana (CCC) ha publicado su informe Las trampas de la balanza fiscal de Cataluña, en el que pone de manifiesto, no sólo que la Generalidad no atiende a ninguno de los argumentos expuestos anteriormente, sino que incluso bajo sus muy particulares criterios, incurre en sorprendentes incoherencias, olvidos y distorsiones con el único fin de justificar el supuesto expolio del resto de España.

El informe es realmente completo y está muy bien estructurado. De su lectura, puede extraerse la conclusión de que las cifras publicadas por la Generalidad están, como mínimo, muy sesgadas, con el objetivo de conseguir el resultado que se busca desde el principio. Y esta es una interpretación bondadosa. Algún malpensado podría incluso creer que en realidad lo que hace el Gobierno de Artur Mas es simplemente manipular y ocultar los datos que no le benefician. Podríamos resumir estas trampas en tres grandes capítulos.

1. Tablas ocultas

Lo primero que sorprende al analizar la presentación Mas-Colell es que faltan tablas. Así, sin más. Cuando la Generalidad publicó las balanzas entre 2002 y 2005, presentó cuatro tablas.

  • Flujo de beneficio
  • Flujo monetario
  • Flujo de beneficio neutralizado
  • Flujo monetario neutralizado

En esta ocasión, sólo ha publicado las dos últimas, precisamente las que le vienen bien para su propósito. En la balanza de "flujo de beneficio" (la más usada por los expertos) el saldo es desfavorable para Cataluña en 4.150 millones de euros: esto querría decir que los habitantes de esta región habrían aportado menos en impuestos de lo que recibieron en inversiones.

Tampoco se han publicado en esta ocasión los datos de la Seguridad Social (algo habitual en ocasiones anteriores), porque el saldo también era negativo para Cataluña. Evidentemente, a ningún político nacionalista se le ocurriría mostrar estos datos. Pero, como dicen los autores del informe: "Es difícil entender que algunos exijan el cálculo de las balanzas fiscales por una supuesta voluntad de transparencia y después oculten a la opinión pública los saldos fiscales que no les interesan por ser contrarios a su interés político".

2. ¿Cómo imputar ingresos y gastos?

La segunda trampa que pone de manifiesto el informe de CCC reside en la muy peculiar manera que tiene la Generalidad de imputar los ingresos y los gastos. Desde un punto de vista técnico, ésta es la cuestión clave de las balanzas fiscales. No es sencillo, y utilizar un criterio u otro es muy discutible. Ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo. Por eso, sería lógico que, dentro de las posibilidades admitidas, la Generalidad adoptase el baremo que más le conviene. Lo que ocurre es que, según demuestra el trabajo de CCC, en este caso han llevado este margen muy lejos.

Quizás lo más sencillo sea analizarlo con dos ejemplos, uno por el lado de los ingresos y otro por el lado de los gastos. En la cuestión de los impuestos pagados, la Generalidad se apropia de todo lo que suene a Cataluña: así, todo el IVA pagado por empresas catalanas (aunque se haya generado fuera de la región) se suma en su balance. Del mismo modo, también mete en la saca "los impuestos sobre la renta generada en Cataluña por ciudadanos no catalanes, el IVA pagado en Cataluña por no residentes, los impuestos sobre el alcohol y el tabaco pagados en Cataluña por no residentes, cotizaciones sociales a la Seguridad Social de empleados, residentes en Cataluña o no, cuyo centro de cotización está en Cataluña".

Curiosamente, quien se muestra tan acaparador con los pagos de impuestos, aparece como desprendido en grado sumo en el lado de los gastos. Por ejemplo, el Estado gasta en Política Exterior 864 millones, fundamentalmente en embajadas y oficinas comerciales. ¿Cuánto se debe imputar a Cataluña? Esto es discutible.

  • Desde CCC se aboga por aplicar un 16%, puesto que ése es el porcentaje de población catalana respecto al total de España.
  • Otro criterio podría ser el que mencionábamos anteriormente: puesto que la mayoría de las empresas exportadoras son madrileñas, catalanas y vascas, podría imputarse a estas regiones casi todo el gasto de embajadas y oficinas en el exterior.
  • En sentido contrario, alguien podría aducir que quizás ese 16% podía reducirse un poco, puesto que la sede central del Ministerio de Asuntos Exteriores está en Madrid (y sus funcionarios gastan la mayor parte de lo que ganan en la capital de España).

Como hemos dicho en varias ocasiones, ésta es una cuestión complicada. Un funcionario de Exteriores, aunque físicamente esté en Roma, trabaja para todos los españoles. Al igual que un destacamento militar protege a todo el país, aunque esté radicado en la frontera. Esto dejaba cierto margen de interpretación a la Generalidad y parece que se lo han tomado con creces. Porque, de esos 864 millones de gasto en representación exterior, el Gobierno de Artur Mas cree que hay que imputar a Cataluña ¡1 millón de euros! (Ver tabla con otros ejemplos)

3. Contabilidad creativa

Pero quizás lo más llamativo de todo el informe de CCC sea la parte en la que se explica cómo llega la Generalidad a calcular esas dos tablas que presentó, lo que denomina el "saldo fiscal neutralizado".

Como el balance que podríamos denominar "real" no le gustaba demasiado (presenta un mínimo saldo negativo de 792 millones en flujo monetario y un balance positivo de 4.150 millones en flujo de beneficios), se saca de la manga esta cuestión del "neutralizado". ¿En qué consiste? En imputar como gasto de los catalanes el déficit público del Estado que les corresponde, inventándose lo que los autores del informe denominan "un impuesto ficticio".

Ese déficit no se ha pagado todavía, ni por los catalanes ni por nadie. Se irá pagando, en forma de deuda pública en los próximos ejercicios (y entonces sí se podrá imputar a quien corresponda). Sin embargo, eso no importa a los políticos nacionalistas que imputan por este concepto 15.000 millones a sus ciudadanos (ver tabla debajo) como si ya los hubieran pagado. De esta manera, las cuentas sí que le salen, a Mas-Colell. El problema es que haciendo esta operación, probablemente todas las regiones tendrían un saldo negativo, al imputar los enormes déficit de los últimos años como si fueran impuestos ya pagados. Pero eso no pareció importarle demasiado al consejero de Economía.

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