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Emilio J. González

Efecto dominó

Todo esto empieza a parecerse a un efecto domino, en el cual, cualquier mandatario latinoamericano del tres al cuarto y con problemas decide resolverlos expropiando una empresa española, y eso es lo que nuestro país no puede consentir.

Entre los líderes populistas que gobiernan en buena parte de Latinoamérica parece imponerse una nueva moda. Se trata de nacionalizar empresas españolas cuando sus políticas de corte socialista se saldan con estrepitosos fracasos, que dejan al país en una situación socioeconómica peor que la que encontraron, los cuales, como es lógico, provocan el descontento y las protestas de la población, así como la consiguiente pérdida de popularidad del cacique de turno. ¿Qué hacer entonces? Pues envolverse en la bandera de los intereses nacionales y del populismo más burdo y expropiar una empresa para demostrar a sus críticos hasta dónde llega el grado de compromiso de los gobernantes con los parias de su tierra. La excusa, por lo que se ve, siempre es la misma: que la compañía víctima invierte poco. Pero lo cierto es que lo que han expropiado Cristina Kichner en Argentina y ahora Evo Morales en Bolivia son empresas de ingresos seguros y recurrentes que vienen muy bien para evitar aquello que dijo en su momento Margaret Thatcher de que el socialismo se acaba cuando se termina el dinero.

Según Evo Morales, que ya ha nacionalizado empresas de todo tipo desde que llegó al poder en 2006, la razón de expropiar la empresa Transportadora de Electricidad, filial de Red Eléctrica Española, es que, en 16 años, apenas ha invertido cinco millones de dólares anuales en el país. Pero la causa real de esta decisión es otra muy distinta. Morales se enfrenta a protestas generalizadas en las calles para pedir subidas de sueldos, el personal de los servicios de sanidad, médicos incluidos, lleva ya más de un mes en huelga por las mismas razones y el malestar social empieza a cundir, incluso, entre los indígenas. Ante esta situación, que le puede costar las próximas elecciones, al presidente boliviano no se le ha ocurrido otra cosa que seguir por la senda abierta por su homóloga argentina y expropiar la filial de Red Eléctrica en el país para tratar, de esta forma, de calmar a la población.

Si Bolivia quiere transitar por la vía del populismo económico, allá ella. Así nunca conseguirá que la miseria que padece el país deje de ser endémica. Si Morales, como buen cacique, quiere aferrarse al poder a cualquier precio, allá él, porque actos como la nacionalización de Transportadora de Electricidad lo único que consiguen es espantar a ese capital extranjero tan necesario para sacar al país de la pobreza. El problema es que todo esto empieza a parecerse a un efecto domino, en el cual, cualquier mandatario latinoamericano del tres al cuarto y con problemas decide resolverlos expropiando una empresa española, y eso es lo que nuestro país no puede consentir. No podemos seguir proyectando por el mundo esa imagen de debilidad que lleva a pensar que se puede actuar de esta manera contra los intereses españoles, porque ayer fue Argentina, hoy ha sido Bolivia y mañana será cualquiera. ¿Qué piensa hacer el Gobierno para que dejen de tomarnos en el mundo por el pito del sereno?

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