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El mito de la austeridad europea en cinco gráficos

El gasto público en el conjunto de la zona euro ha crecido un 7% desde que comenzó la actual crisis.

"Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad". Esta conocida frase, atribuida al maestro de la propaganda política nazi, Joseph Goebbels, podría servir también para ejemplificar el gran engaño de la supuesta austeridad pública en la zona euro. Desde el estallido de la crisis de deuda, Alemania ha intentado imponer al resto de socios comunitarios un plan de ajuste centrado en el recorte de gastos y la implantación de reformas estructurales que potenciasen el crecimiento económico.

Dicha estrategia ha sido duramente criticada por numerosos economistas y por los países del sur de Europa -los más débiles en esta crisis-, con Grecia a la cabeza. De hecho, analistas, políticos y sindicalistas culpan a la austeridad pública de todos los males que aquejan a Europa, inclusive de la quiebra helena. Tras las elecciones francesas y griegas, los críticos con la estrategia de Merkel han comenzado a ganar terreno, hasta el punto de que la cumbre europea que se celebra este miércoles se centra más en cómo potenciar el crecimiento mediante el gasto público (planes de estímulo) que en profundizar en la política de recortes para reducir el déficit y la deuda.

Sin embargo, los datos oficiales (Eurostat) muestran que la tan manida austeridad europea es, a día de hoy, poco más que un mito. Tal y como avanzó Libre Mercado, la quiebra de Grecia no se debió a los recortes exigidos sino al mantenimiento de un Estado sobredimensionado. Asimismo, la evolución del gasto, el déficit y la deuda pública en la zona euro demuestra que la austeridad tan sólo existe sobre el papel. Ni los gobiernos de los países en problemas han dejado de gastar, ni han acometido las reformas estructurales que permitan a sus economías mejorar su productividad y crecer con solidez en el futuro próximo.

Más gasto público

Lo primero que llama la atención, en medio de toda esta retórica contra los recortes, es que el gasto público en el conjunto de la zona euro ha crecido casi un 7% entre 2008 y 2011, hasta situarse en 4,65 billones de euros. En los estados del sur, los más afectados teóricamente por la austeridad, la evolución es similar: el gasto público en Francia ha crecido un 8,6% desde 2008; en España, un 4%; en Italia, un 3%; en Portugal, un 7,8%; mientras que en Grecia, pese a todos los ajustes, recortes y quitas, el gasto apenas cae un 8,5% respecto a 2008, aunque hoy su sector público sigue gastando un 2% más que en 2007 (justo antes de la crisis).

Es decir, ningún país ha logrado hacer retroceder su gasto público a niveles de 2004, pocos años antes del estallido de la crisis internacional, lo cual sí podría ser considerado justamente como un ejercicio de austeridad. Ni mucho menos. La siguiente gráfica resume la evolución del gasto público en dichos países, medido en términos nominales -precios corrientes-.

De hecho, la situación apenas cambia si se observa cómo ha evolucionado el gasto en términos reales -descontando la inflación-.

Más déficit y deuda

Es lógico que con un gasto público creciente, también sigan al alza los datos de déficit y deuda pública. De esta manera, el déficit en el conjunto de la zona euro, lejos de reducirse, se ha triplicado desde 2008, pasando del 2,1% del PIB hasta el 6,2% en 2011, al tiempo que la deuda pública ha crecido desde el 70,1% en 2008 hasta el 87,2% del PIB el pasado año.

Como puede verse en el siguiente gráfico, los poderes públicos España, Grecia, Italia y Portugal, los cuatro países del sur de Europa más afectados por la crisis de deuda, siguen gastando mucho más de lo que ingresan. Sólo algunos países del norte y el este del continente (ejemplificados aquí por Alemania y Estonia) han mantenido a raya sus cuentas públicas en estos años de crisis.

Evidentemente, si el déficit año a año está descontrolado, la deuda pública va a seguir una preocupante senda ascendente. Como refleja la siguiente imagen, todos los países del sur de Europa tienen unos números rojos muy superiores a los que mantenían al comienzo de la crisis. Incluso España, que comenzó con un nivel tranquilizador, inferior al 30% del PIB, ya está rozando el 70% y podría acabar 2012 por encima del 80%.

Grecia, por su parte, está en niveles cercanos al 200% e Italia se encamina con paso firme al 130%. Con estos niveles de endeudamiento, parece sensato que los inversores internacionales hayan huido de los mercados de deuda pública europea y que la prima de riesgo de estos países se haya disparado. Pero los gobiernos prefieren echar la culpa a los "malvados especuladores" o a la cicatería de los contribuyentes alemanes, que se resisten a prestarles el dinero que nadie más quiere darles.

Junto a las quejas sobre lo inasumible de los supuestos recortes que estarían imponiendo "los mercados", en las últimas semanas se ha extendido en el debate público un equívoco que enfrenta austeridad con crecimiento, como si fueran dos conceptos contrarios. No lo son. Lo opuesto a austeridad es despilfarro. De hecho, la historia reciente demuestra que con más gasto público no se consigue salir de las dificultades económicas.

La actual crisis comenzó en 2007. Desde ese momento hasta finales de 2011, los cuatro países del sur de Europa que estamos analizando acometieron políticas que los economistas keynesianos calificarían como claramente expansivas, con déficits públicos cercanos o superiores al 10% durante varios años seguidos. Si esta teoría fuera cierta, Grecia, Portugal o España ya habrían remontado y con el crecimiento generado por el círculo virtuoso generado por el gasto estatal estarían pagando sus deudas. Pero nada de esto ha pasado.

Mientras, Alemania o Estonia siguieron el camino opuesto y embridaron sus cuentas. El resultado es que ambos países tuvieron una fuerte recaída en 2009, con el coste político que eso supone. Pero ya se están recuperando, más rápido y ahora tienen una economía mucho más sólida. Mientras, en España, los planes E y despilfarros similares no han servido para detener la crisis. Pero el mensaje que se transmite es que hace falta aún más gasto público, durante mucho más tiempo. ¿Hasta cuándo?

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