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Cristina Losada

Doble juego

Si uno ha dicho que no necesita ayuda, no puede gritar ¡hurra! cuando se la dan. Pero el Gobierno quiso ganar dos partidas, la que jugaba en la eurozona y la que se juega ante la opinión.

Ese marciano que suele acudir en auxilio de los columnistas, ¡y de algún economista!, quedó estupefacto cuando Guindos y Rajoy celebraron que el eurogrupo aprobara un rescate, o como se llame la criatura, para el sector financiero español. ¿No habían dicho que España no necesitaba ayuda y se las arreglaría solita?, preguntaba ese extraterrestre que no es E.T. Incluso el líder de la oposición, que tampoco es el maestro Yoda, estaba de acuerdo en que no precisábamos asistencia externa para nada. Y se entiende. No iba a hacer la confesión implícita de que el famoso saneamiento, la reestructuración ordenada, acometida por el gobierno socialista, compuso una apariencia de orden barriendo la suciedad debajo de la alfombra, y que allí estaba toda ella para que la limpiara el siguiente.

El estupor del hombrecillo verde estaba justificado. En la eurocrisis un gobierno ha de emplearse en distintos frentes con estrategias que pueden entrar en conflicto, como ha sido el caso. Al negociar con el directorio de la eurozona, España amenazó con no pedir ningún rescate –¡no hace falta!– y provocar un riesgo extra, a fin de conseguir una inyección directa para las entidades en apuros. Del otro lado, las espadas estaban en alto: pídase el rescate en las mismas condiciones que otros países y si no, allá usted. El camión contra el seiscientos. Pararon a medio camino, aproximadamente. El eurogrupo encontró el modo de evadir sus propias reglas y a pesar de que su decisión no colmaba las pretensiones del Gobierno, diferenciaba el caso español de Grecia, Portugal e Irlanda. Entonces, llegó la hora de vestir el muñeco para el otro frente abierto que tiene cualquier ejecutivo, el de la opinión pública. Y ahí vino el patinazo.

Si uno ha dicho que no necesita ayuda, no puede gritar ¡hurra! cuando se la dan. Si se ufana de que España tiene lo que hay que tener para sanear sus bancos, no debería reconocer al poco que carece de los 100.000 millones. Puede, sí, pero a costa de confundir al público y dilapidar su credibilidad. El Gobierno quiso ganar dos partidas: la que jugaba en la eurozona y la que se juega ante la opinión. Too much. Quizá en un casino caiga esa racha, pero la política no es, o no es del todo, un casino, aunque igual que allí, se pierde por afán de ganar. En el tiempo de la crisis, acelerado como es, el crédito de un gobernante se evapora en menos de lo que canta un gallo, y si se pavonea, aún antes.

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