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El final de los tres cuentos más famosos de la crisis

Las dudas de Krugman, la solvencia de Irlanda y el hartazgo finés coinciden en el tiempo para destrozar los mitos de la Gran Recesión.

La economía es una ciencia muy dada a las metáforas. Un relato plagado de hipotecas subprime, primas de riesgo, bonos basura, LTRO, MEDE o ratings expulsa al lector más avezado. Por eso, los expertos intentan a menudo explicar los conceptos más complicados con imágenes sencillas, que sirvan de orientación a sus seguidores. El problema es que en este proceso de simplificación se pierden matices importantes y se acaban dando por buenas explicaciones aparentemente lógicas que no resisten un mínimo análisis.

En los cinco años que han pasado desde que en verano de 2007 comenzaran a llegar las señales de alarma desde EEUU, casi todos los españoles habrán escuchado algunas de estas explicaciones. En ocasiones, estos relatos son realmente útiles, se sustentan en una argumentación lógica y sirven para llegar a un público menos técnico. En otros casos, son simplemente cuentos sin ninguna relación con la realidad. Tres de estas fábulas, quizás las más repetidas, han caído en los últimos siete días. Ahora, sus creadores tendrán que buscar nuevos argumentos y personajes.

Cuento 1: La gran austeridad de mister Krugman

Dice Paul Krugman cada vez que le preguntan que el problema de España, Grecia o Italia no es de "austeridad sino de crecimiento". El Premio Nobel de Economía de 2008 está convencido de la bondad de su relato, por eso lo repite una y otra vez:

Los países del sur de Europa no tenían, al comienzo de esta crisis, niveles de deuda o déficit superiores a los del resto del continente. El problema no es lo que deben, sino que no tienen acceso a los mercados. Por eso, lo que debe hacer el Banco Central Europeo es facilitar dinero a sus gobiernos, para que puedan pagar sus deudas sin problemas e impulsar nuevas políticas de gasto que dinamicen su economía. La austeridad extrema impuesta desde Alemania está estrangulando a los PIGS.

El cuento sería algo así: imaginemos un parado que debe 100.000 euros de hipoteca. Su verdadero problema es la falta de ingresos por haber perdido el trabajo, no la deuda, que es relativamente pequeña. Por eso, el subsidio de desempleo debe gastarlo en apuntarse a un curso formativo o en invertir en un nuevo negocio. Si todo lo dedica a pagar la hipoteca nunca encontrará un empleo y estará encerrado en un círculo de deudas eternas que irán creciendo.

La historia del columnista de The New York Times sólo tiene un problema. No se corresponde con la realidad. Como le recordó Pedro Schwartz el lunes pasado en la Fundación Rafael del Pino, "no se puede solucionar un problema de deuda y crédito barato con más deuda y más crédito barato". De hecho, Japón ya lo hizo y lleva dos décadas de estancamiento.

Es más, con lo buenas que son las políticas expansivas de gasto, es curioso que los países que más austeros han sido (Alemania, Suecia...) son precisamente los que han pasado con mejor nota esta crisis y los que más rápido han iniciado la recuperación. De hecho, el año pasado España cerró con un déficit público equivalente al 8,94% del PIB, mientras que Grecia alcanzaba el 10,6%. La austeridad extrema de la que Krugman habla es realmente peculiar.

También es curiosa la obsesión del norteamericano con la comparación sobre el nivel de deuda de los países de la Eurozona. Lo importante no es la deuda total, sino la capacidad de pagarla. Como explica Juan Ramón Rallo, Argentina o Rusia quebraron con deudas por debajo del 75% del PIB.

Imaginemos que el vecino del parado, directivo de éxito en una multinacional, se acaba de comprar una mansión por 3 millones. Aunque su pasivo es elevado, no está en quiebra, como su amigo que sólo debe 100.000 euros.

Parece lógico pensar que malgastar no es bueno nunca y ser austero siempre ha sido una virtud. De esta manera, Alemania tiene copago sanitario, menos aeropuertos que España, menos políticos y su déficit está completamente controlado. Pero nada de esto ha impedido que su coyuntura y sus perspectivas sean mucho mejor que las nuestras.

¿Qué pensaríamos si el parado de nuestra historia tuviese un deportivo, una casa en la playa y come cada día en buenos restaurantes? Puede que su principal problema, antes que pagar sus deudas, sea encontrar un empleo. Pero dejar ese despilfarro no sólo no será malo, sino que le ayudaría. Su banco le fiará más fácilmente si ve que está tomando medidas de recorte del gasto. Y su deuda no seguirá creciendo, por lo que, cuando encuentre empleo, la carga en su espalda será menor.

Para gran parte del público español, toda esta discusión se acabó el lunes, cuando nuestro compañero Diego Sánchez de la Cruz le preguntó al Premio Nobel por qué había pedido a la FED en 2001 que crease una gran burbuja inmobiliaria, exactamente igual que la que desató esta enorme crisis. Krugman afirmó que cuando escribió aquéllo "estaba bromeando". ¿Entonces no debemos tomarnos en serio sus palabras? Pues fin de la historia.

Cuento 2: Irlanda y los malvados especuladores

En todo cuento tiene que haber un malo. Y en esta crisis, ese papel lo han jugado, sin ninguna duda, los "especuladores internacionales" que estarían forrándose apostando contra la deuda de los pobrecitos PIGS, sin que hubiera una causa lógica que justificase su actuación, más allá de la codicia que les empujaba a buscar el beneficio a corto plazo. Esto fue lo que se nos contó:

Los especuladores (fondos de inversión, brokers, bancos,...) buscan a una presa débil. Cuando la encuentran, comienzan a apostar en su contra, utilizando técnicas que no están al alcance del común de los mortales, como las apuestas a corto. Una vez que un país cae en sus garras, no tiene escapatoria. Caerá y no podrá salvarse a no ser que el gran superhéroe, Banco Central Europeo, venga en su rescate. No es posible para un país cambiar la tendencia marcada por los mercados. Y estos son implacables en su persecución.

Este jueves, Irlanda conseguía colocar deuda a un coste inferior al que se exige al Estado español. El Gobierno celta cometía un error fatal en 2009, al asegurar los depósitos de todos los bancos del país. Eso disparó el déficit público, que llegó a superar el 30% en apenas un año. Y por esa razón, tuvo que ser rescatado.

Sin embargo, su economía era sólida. Tenía un marco legal adecuado, que favorecía la competitividad de sus empresas. Y sus impuestos eran bajos. Apoyado en estas palancas, el país ha ido recuperándose poco a poco y hoy pocos dudan de que logrará salir del agujero más bien pronto que tarde. De hecho, ya se pone como ejemplo de lo que deberían hacer los otros PIGS para asegurarse la recuperación.

La recuperación de Irlanda también puede servir como lección al Gobierno español para que el árbol no le impida ver el bosque. En 2011, el déficit público de Dublín alcanzó el 13% del PIB. Es un nivel dramático. Sin embargo, ya encuentra financiación en el mercado. ¿Esto es porque a los inversores no les preocupan los números rojos? Evidentemente sí les preocupan (por eso su prima de riesgo sigue siendo muy alta, aunque en descenso). Lo que ocurre es que cunde la sensación de que Irlanda es solvente a medio plazo. Como explicábamos antes, lo importante no es el montante de la deuda, sino la capacidad para pagarla.

Aunque el déficit (y por consiguiente la deuda) han crecido mucho, el Gobierno celta no ha cambiado algunas de las claves de su prosperidad, como el bajo nivel del Impuesto de Sociedades. Y como tampoco ha tocado los pilares de su legislación, existe confianza en que empiece a crecer a corto plazo y consiga hacer frente a sus obligaciones. Porque, además, sí se han realizado recortes importantes en las cuentas públicas que comenzarán a dar resultados muy pronto.

Mientras, en España, el Gobierno de Mariano Rajoy está obsesionado con cumplir el objetivo de déficit de este año (5,3%). En teoría, esto es algo bueno, pero hay dos maneras de reducir el agujero presupuestario: subiendo impuestos o bajando gastos. Hasta ahora, la mayor parte del ajuste se ha concentrado en los tributos. La consecución de un objetivo noble (cuadrar las cuentas) puede hacer descarrilar la nave de la economía por escoger el camino equivocado (la subida de impuestos en vez del ajuste del gasto). El ejemplo irlandés muestra otro camino:

  1. Hacer reformas en profundidad (de las de verdad) para liberalizar la economía y que sea más competitiva. De esta manera, se potencia el crecimiento del sector privado y se recauda más. La gran mayoría de los expertos creen que éste es el paso que le falta por dar al Gobierno español, que ha anunciado estas reformas en muchas ocasiones pero no acaba de ponerlas sobre la mesa del Consejo de Ministros.
  2. Hacer la mayor parte del ajuste a través de recortes en el gasto que tengan verdadero impacto en las cuentas públicas, incluso aunque esto pueda tener un coste político.
  3. Mantener los impuestos y, si hay que subirlos por una cuestión de urgencia fiscal a cortísimo plazo, hacerlo sólo en el mínimo imprescindible e intentando no dañar la estructura productiva.

Lo cierto es que, mientras se recrudece la crisis de deuda en la Eurozona, con Italia y España en peligro cada vez más fuerte de intervención, Irlanda comienza a ver la luz al final del túnel. Esta fábula podría tener, en las verdes praderas de Eire, un final feliz.

La hermandad de la Eurozona

El tercer relato que se ha venido abajo esta semana es el de la unidad de la Eurozona. Los líderes de la UE siempre se hacen esas fotos de familia con todos sonrientes y esas declaraciones conjuntas en las que todo está medido. Siempre se habla del proyecto común, del futuro y de que no habrá marcha atrás en el camino emprendido. Sería algo así:

El euro fue bueno para la UE y para sus integrantes. Las dificultades actuales son pasajeras. No vamos a dejar caer a ningún país y si alguno tiene que salir (Grecia), será por su propio bien. Somos una comunidad, casi una familia, y estamos todos comprometidos en que esto salga bien. Por encima de diferencias de criterios puntuales, llegaremos a un acuerdo del que todos podamos estar orgullosos.

Este viernes, Finlandia ha dejado claro que quizás no todo esté tan claro. La ministra de Finanzas escandinava ha asegurado que su país no se quedará en la moneda única "a cualquier precio". Los contribuyentes del norte de Europa piensan que se le está quedando cara de tontos. No sólo les obligan a pagar las facturas. Ya han rescatado oficialmente a tres países –Grecia, Portugal e Irlanda- y extraoficialmente a otros dos –España e Italia-. Y a pesar de este apoyo continuo durante tres años, se les sigue acusando de "insolidarios" o "egoístas" o de lanzar la soga de la austeridad al cuello de los países del sur.

La última escena de esta representación podría estar a punto de comenzar. Desde el comienzo de la crisis, el escenario más probable parecía ser la ruptura del euro por abajo, porque algún país no pudiera resistir. De hecho, casi extraña que Grecia no haya caído ya. Ahora, lo que dice Helsinki es que quizás ellos se vayan por propia iniciativa. Si los países del sur de Europa no están dispuestos a hacer los ajustes y las reformas necesarios, los ciudadanos del norte no están dispuestos a pagar la factura.

Alberto Recarte explicaba que no sólo hay que estar pendiente de Atenas o Roma; Francia podría ser el protagonista de una sorpresa de un momento a otro. Es otro escenario del que se habla poco pero que es muy realista. El cuento de hadas del euro también podría estar cerca de poner su punto final. Con lo visto hasta ahora, no parece que sus últimas palabras vayan a ser "y comieron perdices"...

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