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José García Domínguez

Merkel contra España

Nos enseña Cipolla en el tercero de sus legendarios axiomas que únicamente los grandes idiotas son capaces de provocar un daño a los demás sin obtener beneficio alguno a cambio. He ahí la foto de familia del Consejo de Administración del BCE.

Estamos a cinco minutos del Desastre. Si hoy, lunes, el BCE no se lanza a una compra masiva de bonos españoles, Montoro se verá obligado a suspender sine die la subasta de títulos soberanos prevista para mañana martes. A partir de ese instante procesal, la suspensión de pagos del Reino de España apenas debería de ser una cuestión de semanas. Tres meses calculan los muy optimistas que podría aguantar la caja de Hacienda antes de la bancarrota definitiva. Después, el abismo. Mas quien quiera entender cómo ha sido posible llegar a esta demencia, olvídese de Hayek, de Keynes, de Von Mises y hasta del tonto de Krugman.

Porque solo hay un teórico que haya dado con las claves últimas que explican la eutanasia del euro. Me refiero a Carlo Maria Cipolla, el autor de Las cuatro leyes de la necedad humana, aquel ensayo memorable. Nos enseña Cipolla en el tercero de sus legendarios axiomas que únicamente los grandes idiotas son capaces de provocar un daño a los demás sin obtener beneficio alguno a cambio. He ahí la foto de familia del Consejo de Administración del Banco Central Europeo. Y es que Draghi sí anduvo con muchas prisas cuando se trataba de rescatar a los financieros alemanes con el aval de los contribuyentes españoles. Recuérdense las extrañas inyecciones de liquidez a los bancos peninsulares a fin de que recomprasen deuda pública también nacional a sus medrosos propietarios teutones.

Un rodeo ilógico salvo por su propósito inconfesable: transferir el riesgo de los títulos en manos germanas al Estado español. Entonces, decía, en los despachos de Frankfurt había urgencia, y grande, por intervenir en los mercados. Ahora, sin embargo, ya no. Y eso que la disyuntiva en este instante se antoja aterradoramente simple: o se monetiza la deuda o el euro revienta. No hay más opciones. Ninguna. La hipótesis de "rescatar" a España –e Italia– es pura fantasía: no hay dinero en Europa, ni quizá en el mundo, para intentarlo siquiera. Tal que así, con la Unión en manos de una ama de casa de provincias con mentalidad de ama de casa de provincias, acaso sea llegada la hora de llamar a las puertas del Imperio. Roguemos, pues, al amigo americano que la FED adquiera deuda española. Amén. 

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