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EDITORIAL

Draghi nos concede un respiro

Los efectos de las declaraciones de Draghi, como acertadamente ha aclarado el ministro de Economía, son sólo un respiro temporal muy necesario que el ejecutivo debe aprovechar para trabajar en las reformas de fondo que el país todavía tiene pendientes.

Las palabras de Draghi afirmando su compromiso de no dejar caer el Euro han actuado de bálsamo sobre los indicadores financieros y especialmente sobre las primas de riesgo de España e Italia, los dos países más cuestionados por sus dificultades crecientes para acceder a la financiación exterior en condiciones aceptables. El caso es que el gobernador del Banco Central Europeo no ha dicho más que una obviedad, pues su principal obligación es precisamente salvaguardar el sistema de la moneda única a través de los mecanismos que la Unión Europea pone a su alcance. No obstante, cualquier gesto que contribuya a incrementar la confianza que las propias instituciones europeas tienen sobre su futuro es bien recibido, como demostró ayer Mario Draghi que, con un par de frases, disparó la bolsa española y rebajó sensiblemente la presión sobre nuestra deuda.

El Gobierno ha recibido con el necesario escepticismo esta relajación puntual de las condiciones de los mercados secundarios. La prima de riesgo no es el problema sino un síntoma de la confianza que los inversores tienen depositada en nuestra deuda de cara a su posterior comercialización. El hecho de que haya descendido por debajo de los 600 no supone la solución a nuestros problemas, como acertadamente ha aclarado el ministro de Economía, sino tan sólo un respiro temporal muy necesario que el ejecutivo debe aprovechar para trabajar en las reformas de fondo que el país todavía tiene pendientes.

Mal haría el ejecutivo de Mariano Rajoy si la recuperación económica la fiara a las declaraciones optimistas de las autoridades políticas europeas, porque los efectos benéficos de los discursos desaparecen con rapidez si no van acompañados de hechos constatables que garanticen la confianza que se reclama. En este caso, al menos, no cabe achacar al Gobierno de España ningún afán de triunfalismo que en la situación en que nos encontramos podría llegar a ser letal, sino una muy clara conciencia de que las dificultades están ahí y que el camino para salir de la crisis económica sigue siendo igual de exigente que antes de que Draghi hiciera ese alarde de verbo florido.

Una vez más toca exigir al Gobierno que sea consecuente con esa imagen de responsabilidad y afronte de una vez las grandes reformas estructurales que el país necesita en el terreno de su diseño territorial. Ni más de lo que la Constitución permite ni menos de lo que el país necesita para poder dedicar las energías que ahora son derrochadas por el engendro autonómico a la recuperación general del país. De lo contrario, nuestros indicadores seguirán dependiendo no de nuestro desempeño como país serio, sino de las declaraciones de los burócratas europeos con todo lo que ello lleva consigo. Con los sobresaltos que llevamos acumulados estos dos meses ha sido más que suficiente.

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