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Juan Velarde

Lo que se ha hecho

Con este panorama mundial es posible mejorar, y las primeras medidas están tomadas.

Llevamos exactamente un año de cambios en la política económica. Intentan transformar el escenario heredado, que bordeaba ya la catástrofe. Fundamentalmente han tenido lugar en cuatro ámbitos.

El primero es el de la reforma laboral. Se han adoptado, por un lado, medidas para flexibilizar el mercado del trabajo. Las rigideces heredadas –algunas se remontaban a los tiempos, ya de Largo Caballero, en 1931, ya de Girón de Velasco, una década después– no sólo aumentaban los costes, sino que frenaban el empleo. Queda aún bastante que hacer en este sentido, incluyendo, en el aspecto jurídico, el carácter tuitivo de las sentencias en relación con la población asalariada. Pero el comienzo de la nueva realidad da la impresión de que algo tiene que ver con la caída en el mes de diciembre del paro registrado. Únase a esto el inicio de una regulación diferente por lo que respecta a la legislación relacionada con las pensiones. Los anuncios hechos por Fátima Báñez de alteración, a fondo, de los Pactos de Toledo son una excelente noticia, lo que debe unirse a un aumento de la edad activa de los trabajadores en general. Nuestra demografía exige otras jubilaciones.

El segundo es, con todos los inconvenientes que se quieran –los destaca muy oportunamente Juan E. Iranzo en "El escenario económico se despeja"–, el esfuerzo, por la doble vía del gasto y de los ingresos públicos, de conseguir la liquidación del fuerte déficit del sector público. Debido a esta presión, hay que destacar de qué modo las autonomías han comenzado a liquidar instituciones, empresas y fundaciones que aumentaban, de un modo que hay que calificar como descomunal, el gasto público. Por supuesto que todo esto ha de coronarse con una reforma tributaria, pero la acción se ha iniciado ya. Tiempo vendrá para, como parece evidente, reducir el Impuesto de Sociedades. Aquí la presión sobre las autonomías resulta imprescindible.

El tercero procede de la reforma crediticia. Estamos, en estos momentos, en pleno cambio. A partir de las disposiciones de 1977, ampliadas con la inacción interventora del Banco de España –como si considerase conveniente seguir las instrucciones de Greenspan que condujeron a la catástrofe norteamericana–, y la presencia de la burbuja especulativa inmobiliaria, se crea una realidad crediticia que ha contribuido a la catástrofe. En estos momentos, desde el Banco de España hasta las cajas de ahorros, así como parte significativa de la banca privada, las cosas se está alterando, profundamente.

El cuarto está ligado al intervencionismo colosal que, a pesar de las denuncias oportunísimas de, por ejemplo, Carlos Sebastián, se derivaba de nuestro derecho administrativo, y que al ampliarse a las diversas autonomías –con la puesta en acción de 100.000 disposiciones legales, muchas de ellas contradictorias– rompían la unidad del mercado. Ha comenzado, da la impresión, un cambio esencial, y las consecuencias, por fuerza, han de ser muy favorables.

Un quinto posible ámbito es el educativo, con resultados a muy largo plazo. El sexto se refiere a algo tan fundamental como la energía: para mejorar la competitividad es preciso abordar a fondo esta cuestión, que incluye asuntos tan importantes como el papel que deben tener las centrales nucleares y las energías renovables. Y el séptimo afecta a la política de infraestructuras: nos encontramos en medio del tráfico Asia-Europa del Norte; es preciso aprovechar esa ventaja con otra política ferroviaria, de autovías, de puertos, con los lógicos enlaces con el resto de Europa, incluido el de los tendidos eléctricos.

El inicio de todo esto se percibe con claridad. Pero es necesario proseguir y hacerlo con plena conciencia de que España se encuentra, para siempre, en la Unión Europea y en la Eurozona, con todas sus consecuencias; de que ni Europa ni Estados Unidos marchan como debieran, de que Iberoamérica ofrece problemas muy serios y de que China padece una desaceleración. Hemos de actuar teniendo presente que el conjunto globalizado de la economía no es una maravilla. Pero, aun así, con este panorama mundial es posible mejorar, y las primeras medidas están tomadas.

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