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Guillermo Dupuy

Sobre el cese de Montoro

El cese de Montoro ya está sobradamente justificado, aun si no hubiera la menor sombra de corrupción económica entorno al PP por el caso Barcenas.

No digo yo que, si se demostrara que Bárcenas logró blanquear su dinero en Suiza gracias a la amnistía fiscal aprobada por el ministerio de Hacienda, sería motivo más que de sobra para que Cristóbal Montoro presentara su dimisión. Lo que pienso, sin embargo, es que su cese ya está sobradamente justificado, aun si no hubiera la menor sombra de corrupción económica en torno al PP por el caso Barcenas.

Entiendo que hoy, con el escandalazo de los papeles del extesorero del PP, no es el mejor día para plantear una hipótesis de este tipo, pero sigo pensando que lo peor del actual Gobierno es lo que he venido en llamar su corrupción ideológica. Hay muchas cosas que ilustran esa falta de respeto a las ideas, a los programas y a los votantes del PP, pero pocas lo hacen tan bien como el espléndido trabajo de documentación que acaban de publicar Manuel Llamas y Luis Fernando Quintero en nuestro periódico, en el que se reproduce textualmente lo que decía Montoro de las subidas de impuestos antes de llegar al Gobierno y lo que viene diciendo después.

Desde que Rajoy llegó al Gobierno, algunos hemos venido denunciado reiteradamente que el déficit dejado por Zapatero –además de no ser del todo "imprevisto" para los corresponsables gobernantes autonómicos del PP– no debía servir, en modo alguno, como excusa para subir los impuestos, sino, por el contrario, para llevar a cabo un mayor esfuerzo en el recorte del gasto público. De hecho, como ya recordábamos hace casi un año, esto último es lo que Montoro recomendaba ante déficits aun mayores que el dejado por Zapatero en 2011, como fueron los de los dos años anteriores.

Sin embargo, estos usurpadores de las siglas del PP que nos gobiernan no sólo han aplicado a nuestra enferma España una terapia propia de sus adversarios políticos, sino que han fracasado rotundamente en su empeño por lograr esos objetivos de reducción del déficit, a lo que han sacrificado todo, empezando por su honradez intelectual.

A pesar de que el Gobierno se ha concedido vergonzosas y paulatinas relajaciones en los objetivos de reducción del déficit para 2012 –desde el 4,4% al que se comprometió en las generales hasta el último de 6,3%–, todos los analistas y el propio Gobierno admiten que el desequilibrio entre gastos e ingresos ha sido aun mayor.

Montoro ha sido incapaz de cumplir y hacer cumplir su propia Ley de Estabilidad Presupuestaria y, por no tener que ser fiel a su palabra de aplicar las medidas de intervención a las comunidades incumplidoras, hasta encubrió por un tiempo el déficit de Cataluña, a cuyo Gobierno secesionista ha dedicado y va a seguir dedicando la mayor parte de la ayuda financiera proveniente de los Fondos de Liquidez Autonómica.

Por todo ello está más que justificada la marcha de Montoro, el defraudador. Claro que de poco serviría este hipotético cese si Rajoy se empeñase en seguir siendo, en tantas cosas, un fiel sucesor de Zapatero.

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