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Juan Velarde

Sobre los ricos españoles

Se ha dado mucha publicidad a la lista de las mayores fortunas que acaba de publicar la revista 'Forbes'.

Se ha dado mucha publicidad a la lista de las mayores fortunas que acaba de publicar la revista 'Forbes'.

Se ha dado mucha publicidad a la lista de las mayores fortunas que acaba de publicar la revista Forbes. Salvo el caso de la duquesa de Alba, las diez mayores fortunas tienen su fundamento en la acción empresarial.

Ante una lista así, inmediatamente surge la envida, que explicó muy bien en su ensayo La envidia igualitaria Gonzalo Fernández de la Mora. Se intenta eliminar cualquier elemento positivo en esa realidad. Para acallar tal cosa, considero que es muy bueno emplear un argumento del gran economista Von Thünen, que publicó en Der isolierte Staat in Beziehung auf Landwirtschaft und Nationalökonomie (H. Waetig, Jena, 1921, pág. 481; aquí, la traducción de Miguel Paredes Marcos):

Parece a primera vista que al empresario, por la ordenación y dirección de los negocios en una industria, así como por la inspección de los obreros allí empleados, sólo le corresponde una remuneración igual al sueldo que un administrador, un contable o un inspector recibiría de aquél por estos trabajos y cuidados.

Pero las prestaciones del empresario que trabaja por cuenta propia y las del empleado a sueldo son muy distintas, aunque ambos posean las mismas aptitudes y conocimientos.

En las épocas en que los cambios de la coyuntura ocasionan grandes pérdidas en los negocios y tanto el patrimonio como el honor del empresario se hallan en juego, su espíritu está dominado por una sola idea: ¿cómo evitar la desgracia? Y el sueño huye de su lecho.

Muy diferente es el caso del empleado a sueldo. Cuando éste ha trabajado honradamente durante el día y a la noche vuelve cansado a casa, duerme tranquilo con la conciencia del deber cumplido.

Pero las noches de insomnio del empresario no son improductivas.

En ellas concibe planes y encuentra ideas para evitar su desgracia, que al administrador asalariado, por muy seriamente que trate de cumplir con su deber, le quedarán, sin embargo, ocultos, porque únicamente surgen cuando todas las fuerzas espirituales alcanzan la máxima tensión dirigidas hacia un solo punto.

La necesidad es la madre de los inventos, y así, también el empresario se convierte, por sus angustias, en inventor y descubridor dentro de su esfera.

Y como consecuencia, puede surgir, y surge, el enriquecimiento, fruto de esa acción empresarial que, tal como expone Thünen, es la razón del beneficio del empresario, que trasciende hacia mejoras que los envidiosos no son capaces de captar, fruto de su pequeñez moral.

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