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Todos los almacenes de gas como el Castor provocan seísmos

La relación entre la inyección de fluidos a alta presión en el subsuelo y los movimientos sísmicos se conoce desde los años 60.

El informe del Instituto Geográfico Nacional (IGN) sobre la actividad sísmica en el entorno del proyecto Castor, filtrado por IU, concluye que existe una "relación directa" entre los más de 400 seísmos que se produjeron en septiembre de 2013 en el litoral norte de Castellón y la inyección de gas. Sin embargo, este fenómeno no es nuevo.

Desde finales de los años 60 del siglo pasado se sabe que inyectar fluidos a alta presión en el subsuelo provoca terremotos leves. En 1961, el Ejército de EEUU estaba introduciendo residuos en un pozo bajo su arsenal de las Montañas Rocosas cuando se desencadenaron terremotos que llegaron a sentirse en Denver, a varios kilómetros de distancia, tal y como publica la web Es Materia.

Para comprobar si existía un vínculo entre estos dos eventos, en 1970, un equipo de científicos hizo un experimento incrementando la presión de pozos petrolíferos agotados en Colorado. Cuando inyectaban agua en el subsuelo, la actividad sísmica subía y cuando la retiraban, la presión se reducía y los sismógrafos se calmaban. Los terremotos eran leves, pero la relación era clara.

Por ese motivo, para los expertos, muchos de los seísmos que se han registrado desde el 13 de septiembre en las inmediaciones de Vinaroz (Castellón), a pocos metros de un proyecto frente a su costa que almacena gas natural en un antiguo pozo petrolífero submarino, no fueron una sorpresa. "No es raro que haya sucedido", reconoce José Martínez-Díaz, profesor de Geodinámica de la Universidad Complutense. En esa misma línea se ha manifestado el catedrático de Ingeniería Geológica de la misma universidad, Luis González de Vallejo, que dice no entender la sorpresa que han causado al Gobierno estos episodios.

Menos frecuente es que se alcancen magnitudes como los 4,2 puntos en la escala de Richter registrados el martes en el Golfo de Valencia, pero ya se conocen casos de sismos más graves relacionados con la inyección de fluidos en el subsuelo. El 6 de noviembre de 2011, cerca de Prague, una pequeña población del estado de Oklahoma (EEUU), se produjo un terremoto de magnitud 5,7, el más grande de la historia de ese estado. Destruyó 14 casas y una autopista, y dejó dos heridos. Un estudio publicado este año en la revista Geology relacionaba aquel suceso con la inyección en bolsas subterráneas de aguas residuales producidas en pozos petrolíferos.

En Estados Unidos hay más de 30.000 pozos dedicados a guardar este tipo de desechos y más de 400 almacenes subterráneos de gas natural como el del proyecto Castor, como se conoce la plataforma de Castellón. En España, hay cuatro además de esa, en Huesca, Bermeo, Guadalajara y Huelva.

El proyecto Castor emplea un antiguo pozo petrolífero situado a 1.750 metros de profundidad como almacén de gas desde el que suministrarlo a los consumidores según las necesidades. El mapa de peligrosidad de terremotos del Instituto Geológico Minero indica que la plataforma de inyección de gas se encuentra encima de una falla activa.

Sin embargo, según Martínez-Díaz, uno de los expertos que han colaborado en la elaboración de ese mapa, "aunque hay fallas activas, hay pocos terremotos". "Se trata de una zona de fallas muy lentas, donde solo hay terremotos cada varios miles de años", añade. "Es muy poco probable que esas fallas se reactiven, pero si eso va a suceder y cuándo es muy difícil de predecir", concluye.

Riesgo moderado

Pese a la natural alarma provocada por los terremotos de Castellón, los análisis científicos muestran que los riesgos de grandes desastres provocados por la inyección de materiales a alta presión en el subsuelo son moderados. En un país como EEUU, con 30.000 pozos para residuos y más de 400 para almacenamiento de gas, solo se ha registrado un terremoto que se puede asociar a estas prácticas con daños significativos: 14 casas destruidas, una autopista dañada y dos heridos.

Comparar la relevancia de la industria energética con las de otras actividades económicas y los riesgos que producen, puede ayudar a poner en perspectiva la amenaza. En España, el gas natural es la principal fuente de la electricidad que se consume.

En una revisión sobre los riesgos sísmicos de la inyección subterránea de fluidos publicada en Science, William Ellsworth, del US Geological Survey, advierte que, aunque hasta ahora los problemas no han sido tan graves, "la industria del petróleo necesita unos requisitos claros para operar". Además, añade, "los reguladores deben tener una base científica sólida para fijar esos requisitos y el público necesita saber con seguridad que esos requisitos son suficientes y que se van a cumplir".

Como en el caso del fracking, aunque a veces los opositores exageren las amenazas, es frecuente que la industria comience a operar cuando aún no se tenga información suficiente para saber si la práctica es completamente segura o no, y que afirme con total confianza que sus actividades son seguras sin saberlo realmente.

En el caso de Castellón, no se consideró necesario realizar un informe de sismicidad. Esta posible falta de precaución es compartida, según cuenta Ellsworth, por EEUU, un país donde estas técnicas se aplican desde hace mucho más tiempo y con mayor profusión. "El actual marco regulador solo contempla la protección de las fuentes de agua potable frente a la contaminación y no afrontan la seguridad sísmica", afirma.

Además de mejorar el conocimiento sobre la tecnología empleada para la inyección de gas y los riesgos reales de estas prácticas, Martínez-Díaz menciona un aspecto que olvidan con frecuencia los Gobiernos cuando tratan de gestionar actividades industriales que tocan la sensibilidad de la población: la transparencia. "En otros países, cuando se van a realizar inyecciones que pueden provocar pequeños terremotos, se avisa a los ciudadanos para que estén preparados y no se alarmen", señala.

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