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José T. Raga

Nunca llueve a gusto a todos

El refrán no puede ser más cierto. Una unanimidad de deseos, de pretensiones, más aún, de criterios, es de todo punto imposible. Las razones son múltiples y no vamos a entrar en ellas, aunque baste decir que cada sujeto es un mundo y su pretensión es vivir en él, sin interferencias y sin que las opiniones y pretensiones de los demás, puedan llegar a entorpecer la consecución de las propias.

Hace hoy, exactamente una semana, en este mismo medio digital publicaba yo una colaboración titulada "Políticas de demanda" en la que abiertamente criticaba las últimas medidas monetarias tomadas por el señor Draghi, en cuanto que venían a facilitar, a mi entender el sostenimiento de economías de baja productividad, introduciéndolas en una burbuja de ficción que les desconecta del mundo real de las economías en las que hay que competir en un mercado global.

La reacción a tales medidas, en análogo sentido de crítica, se han multiplicado en las últimas veinticuatro horas, desde instituciones públicas y privadas del máximo relieve. Bien es cierto que desde escenarios muy diferentes al mío, y por lo tanto también con argumentaciones y requiebros bastante alejados de los que subyacían al artículo de la semana pasada.

Curiosamente el clamor más ruidoso se ha producido desde Alemania y, lo ha, sido, porque en Alemania sí que se considera la productividad una variable muy significativa en el desarrollo de la economía real. Por ello, consideran un fraude al sentido común de lo económico, que la falta de productividad se encubra con medidas monetarias de estímulo a la demanda, como si nada erróneo estuviera ocurriendo del lado de la oferta.

Desgraciadamente, nada hay de extraño en ello, porque aún está fresco en el recuerdo el juicio que la Comisión Europea emitió sobre la economía de la Unión, llamando al orden a Alemania para que disminuyera la productividad, subiera los salarios, gastase más, etc. Cuando lo correcto habría sido situar la alerta en los países menos eficientes para que, al modo alemán incrementasen la eficiencia de sus economías ganando en competitividad.

Lo que hoy están pidiendo las personas e instituciones alemanas a las que me he referido, es que frente a las medidas del Presidente del Banco Central Europeo, los países reformen sus estructuras productivas, precisamente para ganar eficiencia y con ello capacidad competitiva; es decir, actuar sobre la oferta en lugar de sobre la demanda, porque al final, la economía real siempre tiene la razón, por mucho que tratemos de olvidarnos de ella.

Como español, no puedo estar más de acuerdo, porque, además de llamado a ser perdedor en el mercado global, con estas medidas, estoy acariciando la conformación de una nueva burbuja, reverso necesario de una economía de ficción que vive del oxígeno inyectado a la demanda por unas medidas de estímulo, muy confortables para los gobernantes pero nocivas para la economía de la nación.

Así que, ojalá no sirvan de nada, que sería la mejor alternativa.

En Libre Mercado

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